27.5.13

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Me sits there with his augur’s rod of
ash, in borrowed sandals, by day beside a livid sea,
unbeheld, in violet night walking beneath a reign of
uncouth stars. (Ulysses, by James Joyce)

Todo lo que ha ocurrido deja de trascender por el simple hecho de estar muerto. Hay efecto fehaciente hoy y ahora, pero es hoy y ahora el efecto y no un evento pasado; a lo mucho un resquicio, la huella de un animal extinto. Los granos de arena se me van entre los dedos, y sólo unos pocos quedan a la intemperie de mi mano desnuda en el sol; y esos granos tiran entre el calor de mi palma y el que cae inclemente desde miles de kilómetros; y decir caer es una metáfora tan imprecisa porque, ¿dónde es arriba, y dónde es abajo? Mi arriba podría ser tu arriba, o tu abajo, y tu abajo mi arriba, o mi a un lado a la derecha, o a veces mi nada. Los granos entonces hierven en total confusión porque ignoran quién los ha removido de su calma, qué es aquello que aparenta ser el sol que los hace fulgurar, o siquiera que son granos de arena. Me pregunto si yo también fulguro en la tarde de un día de verano cualquiera mientras el rompeolas me canta una canción de cuna a deshoras. Lo que ha quedado en la palma de mi mano está aquí por el simple hecho de no estar en algún otro lugar, porque no se ha escapado de mi yugo; y no quiere necesariamente decir que yo deseo que no se marche, sino simplemente que no se ha marchado. Lo que yo deseo es nada más que un hato de pasiones ensimismadas y atrapadas en la palma de mi mano, entrelazadas con pequeños trozos de vida y materia que parecen proceder de un sinfín de lados. Lo que yo deseo es una representación burda, pero concisa sin lugar a dudas, del espíritu de mi cuerpo; y ese espíritu podría sólo ser la representación burda de lo que la ciencia me han dicho no puede explicar. Las partículas en mi cuerpo interactúan a velocidades pasmosas, de formas perfectamente inconstantes, desafiando mi entendimiento, el cual parece ser más propicio para sentir que saber; las partículas actúan de formas misteriosas, y yo simplemente caigo en sentir el calor de lo que parece ser el sol. Y mientras todo dentro de mí es un universo a punto de explotar, la gente habla de una flama divina que me hace ser en un universo exterior, otro universo, inimaginablemente grande, donde soy una partícula más. Quisiera alzar la voz y decirles, ¿qué hay de lo que llevo dentro? ¿Qué hay de mí espíritu y mis deseos y mis sensaciones, y qué hay del amor por quien tengo aquí a mi lado mirando las olas romper mientras juego a ser un dios chabacano con los granos de arena en mi mano? ¿Por qué pensar en ser partícula mientras se puede ser no el sol, sino un universo de miles de millones de millones de soles calentando los granos de arena en la mano de alguien más? ¿Qué si no lo soy yo, y sí la mujer a mi lado, y yo soy una partícula en su universo? Tal vez no me escucharían porque están demasiado ocupados mirando el suelo porque eso se entiende como alabar a alguien, sea quien sea o sea lo que sea que alaben; y yo no miro el piso a no ser que haya algo digno de notar, porque prefiero ver lo que aparentan ser las estrellas en el firmamento, calentando no los granos de arena que acaso queden en mi mano, pero sí los sueños que me permito tener. Sueños y deseos son lo que soy, y si hay poco más no lo sé. El porvenir se refleja en lo que sueño y deseo, y se escurre en miles de objetos y estos corren hacia mí, o hacia el vacío, dependiendo de que tan ardientes sean en mi mente. Porque alguna vez leí que no hay nada más que mi mente, y lo demás es una percepción: el mundo exterior es una percepción del mundo exterior, el calor del sol es una percepción del calor del sol, y así ad aeternum; y los deseos y sueños que habitan mi mente son mezcolanza de resquicios de lo muerto y de percepciones de lo allende, todo enclaustrado en un desbarajuste de partículas que no entiendo. Así como no entiendo por qué el calor del sol tiene un efecto mayor sobre los granos de arena en la palma de mi mano que el calor que yo irradio porque, ¿qué no es al final el sol un desbarajuste de partículas también? Sé cuáles son las leyes de la física que nos hacen distintos, pero, la mujer que ahora me mira a los ojos me ha dicho hace un par de semanas que le irradio más luz que el sol mismo; y estoy de acuerdo con ella ya que cuando me mira así, como ahora, el calor que sube por mis mejillas es mucho más intenso que el del mediodía de un día de verano cualquiera.

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