22.1.13

Trópico

Lo que muchos verían como una bendición, algunos otros lo podrían percibir como una constante ola de felicidad que acaba por arruinarle a uno la sonrisa. Yatssis Úpsilon se encuentra a 0.89 UAs de su sol, lo cual aunado a la inclinación de su eje de rotación, la composición de su atmósfera, y el berrinche de un caprichoso dios en el cual ya pocos creían dado el siempre previsible resultado de aquella ecuación que predice que ninguna deidad se salva de pasar de moda, dota al planeta de un envidiable clima tropical; es siempre verano allá, y las oleadas de reservaciones nunca paran. Ha de ser maravilloso vivir aquí, se escucha decir a los turistas cada vez que parte uno de los cientos de jets interestelares clase A que día a día alejan a los oficinistas de su sueño terrenal. Los nativos sonríen, para después rascarse la sien y murmurar, Gxetsensella, el cual es el mayor insulto posible en aquel cuadrante de la galaxia. Hay canto, risas y gran jolgorio en el puerto espacial, sobre todo en el área de llegadas; al arrivar se le da a cada visitante una canasta de dulces típicos yatssianos, y cuando se marcha se le obsequia una pluma del ave representativa del planeta, el  yatssatross de la isla de Quail, pluma que mide un Qu'ul (el equivalente a un metro y veinticuatro centímetros aproximadamente). En un principio, los empleados del gran entramado turístico aceptaban cada bemol de su trabajo con una filosofía como, ¡qué diablos! vivimos en un paraíso, ¡qué importa una sonrisa más!, mientras la señora Ubbax de Vascardia Gamma se quejaba del no poder introducir sus tan adoradas frutas preferidas al planeta, o el señor Geethllol de Pi Beta se les insinuaba de forma chiclosa a cada uno de los seres en el mostrador; ellos habitaban en el cielo vuelto playa, y todos aparentemente les envidiaban. Sin embargo, la repetición provoca tedio, el tedio engendra aburrimiento, el aburrimiento transforma al tiempo en mero trámite, el trámite en cualquier rincón de galaxia crea burocracia intangiblemente insípida y malevolamente infeliz. Así que, después de una larga deliberación en pro del sustento que era la inacabable cantidad de recomendaciones para visitar el quinto planeta del sistema Yatssis, los dirigentes de aquel oasis aprobaron la alteración permanente de la genética de sus coterráneos para que la mueca que acostumbra representar felicidad no dejara sus rostros.

La geografía general de Yatssis Úpsilon consiste de un mar verde azulado en 76.3% de su superficie, con 22.5% de islas alrededor del ecuador, y 1.2% en los casquetes polares cubiertos de hielo sólido y glaciares, los cuales contrario a lo que el turista promedio podría pensar, son el destino deseado por los 5,286,281,012 de personas que habitan en el mayor destino turístico del sector 8-29-303 de la galaxia. ¿Qué tiene de atractivo un panorama blanco hasta donde la vista alcanza y temperaturas entre los -15° C y los 7° C cuando hay playas de arena de color verdoso en cada isla, donde te ofrecen bebidas heladas como en ningun otro lugar y sonrisas por doquier?, dijo con sorpresa el novel vicerregente del sector la primera vez que los visitó. Cambio, tal vez, contestó el presidente del planeta, no sin un deje de desdén. Verá, vicerregente Yyx, la novedad nunca está a la vista, dijo el presidente al incrédulo político. La carne de ugbuey tiene un sabor nauseabundo no importando que tan gourmet uno pueda pretender ser, pero uno acaba cansándose del suave aroma del gengen acompañado de pan de quailer, añadió. Y vaya que tenía razón.

En el año 3405.8 de la época 3 del gobierno galáctico, el explorador Etssosi Brex, cansado de delinear por quinta vez los litorales de la isla capital, decidió explorar el rincón más inhóspito del casquete sur, la caverna Yatssatross Vullar, acompañado de 20 hombres y 20 bestias Bq, las cuales ante la escasez de la yerba por la cual fueron traídas ya que tal planta evitaba la explotación agricultural de las partes altas de las islas que no estaban destinadas a los resorts y a las viviendas de los trabajadores de tales resorts, fueron explotadas cual viles mulas. No volveré sin prueba de mi conquista, y no volveré sin saber por qué cada yatssatross hace una última parada en su viaje a la eternidad en ese lugar, dijo al partir. Y nunca volvió. Su más íntimo estudiante dijo que Brex murió cumpliendo un sueño: descubrir el mundo a sus pies, y que ahora seguro reía en la gracia eterna. Su madre en cambio sólo pudo decir, con tal cantidad de hartazgo que él sentía por la arena, lo último que podía intentar para zafarse de la náusea que siempre sintió era enterrarse en una cantidad estúpida de hielo sin importarle quién ciegamente lo siguiese. Aparentemente, ella dijo, mi hijo era un idiota egoísta.

Por extraño que parezca, la rueda no fue inventada en Yatssis Úpsilon, sino traída por la segunda oleada de extrayatssianos que pisaron el planeta. Sobra decir que ante la insolente cantidad de agua salada que rodeaba a los primeros pobladores, se buscó moldear las exxrapalmeras que ellos plantaron en la isla de Quail. Debemos aclarar que tales árboles no son ni de milagro nativos, sino que fueron traídos por el par de misioneros encomendados a convertir a los residentes a su religión. Lamentablemente, entre estos sólo se encontraban aves, peces, y mamíferos marinos quienes estaban muy poco interesados en ganarse la gloria eterna. ¡Qué diablos! vivimos en un paraíso, ¡qué importa una sonrisa más!, llegó a pensar un qcu'uncy una tarde de verano. El gobierno de Reggvlar Gamma, encargado de la difusión del credo oficial de la galaxia, contaba con la más patética serie de super computadoras de navegación y planeación espacial, así que la historia de dos de sus engendros varados en un planeta lleno de agua, islas y animales pero sin gente es harto creíble. Las exxrapalmeras tardan aproximadamente 124 años en crecer lo suficiente como para poder ser convertidas en canoas, mientras los reggvlianos, quienes se niegan rotundamente a tomar complementos aminotrartalactomínicos ya que el señor no los tomó, sólo llegan a los 70, y nuestros misioneros ya estaban entrados en los treintas. Haciendo las matemáticas, y considerando lo sensual que inicialmente puede parecer estar solo en un lugar atestado de calor tropical, el hombre y la mujer (mala decisión) se enredaron uno con el otro noche tras noche tras noche tras noche tras noche tras noche, y si bien no poblaron del todo la ahora capital del planeta, los 35 hijos que tuvieron los ayudaron a sentirse menos solos. Ya hemos mencionado que las super computadoras de Reggvlar Gamma son patéticas, así que poco debe de sorprendernos que un banco de memoria quemado provocara que medio mundo (la otra mitad estaba despoblada) olvidara que Lib Okkstrass y Gundre Yyx habían sido enviados allí. 1000 años después de la llegada de los misioneros al sistema Yatssis, una alarma del correo ethel de un oficinista del Registro Planetario de Misioneros para la Conservación de la Fe le avisó que no olvidara mandar provisiones a Lib y Gundre en el planeta Úpsilon de tal sistema, principalmente supresores de deseo. Al parecer, quien anotó para sí el recordatorio tuvo si no la mala fe, sí la mala suerte de capturar mal un dígito en el apartado de los miles. El oficinista dedico las siguientes 32 noches a investigar quiénes eran ellos, a dónde fueron asignados, por qué no había registro de la misión, y qué carajos habían estado haciendo todos estos años sin reportarse. Cuando el reporte de su investigación llego a manos de Su Excelencia Grrbn Mkktrl, Director de Misiones, este sólo pronunció, Bbben, que en lengua común significa, mira... El caso es que 3 naves reggvlianas acompañadas de 148 cazas estelares Meethlon clase A emprendieron la marcha al planeta al que nadie se le pudo ocurrir visitar para averiguar el qué carajos habían estado haciendo todos estos años sin reportarse. Fueron recibidos como deidades ante la falta de tecnología aeroespacial de los locales, ante la falta de ropa de moda de locales, y ante la pérdida de la memoria de sus orígenes por parte de los locales. Será acaso por eso que pocos ya recuerdan a dios en Yatssis Úpsilon. Será acaso también que el mar y la arena primero, y la somnolencia del mismo trabajo en el mismo clima todos los días de tu vida después tengan algo que ver. Está tal vez un poco de sobra mencionar que eventualmente el gobierno del vicerregente Ba Q del sector 8-29-303, quienes arrebataron el paraíso a la teocracia de Mkktrl con el tan banal truco de, ¿no es ese el Mesías en Vitvötl Delta?, impuso el negocio turístico y del esparcimiento a los entonces felices habitantes de Yatssis Úpsilon nada más pusieron pie en aquellos lares.

18.1.13

Del porque del enojo de mi padre en el sueño

La peor parte de tener una pesadilla no es el mal sueño en si, sino la mórbida o lúgubre sensación que uno tiene al despertar. No hay de otra mas que quedarse en la cama y aceptar que no hay ya hacia donde correr; el mundo se le viene a uno encima, asfixiante y duro, sin compasión alguna porque da la casualidad que la causalidad no invoca sentimiento alguno. Digamos que uno sueña con la muerte de un niño, que uno le llora la partida mientras lava sus pies para el viaje que le espera, que la idea de no poder verle una vez más corroe el corazón. El terror no está en las imágenes enunciadas, no; reside en la desesperación por recobrar el aliento al despertar, mientras uno aprieta las sábanas. Se sabe que fue un sueño, pero el horror es demasiado real; y aunque el cansancio sea mucho, las ganas de dormir se han largado al rincón ya que la soledad de no poder compartir el sufrimiento con alguien más, y así aliviarlo aunque sea un poquito, provoca desconfianza de volver a dormir.

Mi padre odia la intromisión de la gente en general: odia se le pregunte de cosas que a nadie más incumben, odia se le pida explicaciones acerca de sus acciones, y odia que alguien entre a su casa sin ser invitado. Entonces, cuando la vecina de enfrente cruzó el zaguán cargando a su moribunda nieta para que mi madre la curase estalló gritando, a esto es a lo que me refería. La gente muerta, idealmente, no puede revivir, ¿cierto? Así que, ¿qué podría hacer ella para que no se llegase al punto sin retorno? Después de depositarle en la mesa, la niña estaba inanimada y fría, de un color tan mortecino como el mármol., mientras su abuela lloraba desconsolada, y mi madre procedía a tocar algo de música. ¡Se mueve!, grité, ¡se mueve! El miedo me acongojó sólo a mí porque la naturalidad con la que los demás observaban el evento no parecía de este mundo y me lleno de escalofríos. Corrí a la planta superior para de menos poder pretender que todo aquello supernatural en lo cual no creo no estaba pasando, mas al llegar al cuarto de mi hermana pequeña vi como la misma música que movía e infundía vida a la pequeña en la planta baja, secaba a mi hermana lentamente y le forzaba a sonreír de una manera triste mientras tomaba mi mano. Grité.

No quiero ir a la cama hoy, no quiero despertar a media noche y gritarle a la soledad, no quiero tener en que pensar en camino al metropolitano, y sobre todo no quiero ver morir a nadie por cuarta vez esta semana.