25.11.11

Preludio

-Hace años que no escucho un disco de vinyl. No recuerdo cómo es el sonido, solo que al principio es como un suave silbido.
-Ese silbido, ese pequeño sonido de hojas rozándose en el viento, es la última bocanada de aire antes de zambullirse en el mar.
-¿Y después? ¿Solo el sonido del agua?
-El dulce canto del oleaje sacudiéndolo a uno, ora a la costa, ora al fondo del oceáno.

19.11.11

No corras, Joel; no corras, que el viento te desgasta.

Él abrió los ojos. Se encontraba en medio del bosque, de pie junto a los crujientes árboles y las parlanchinas lechuzas.

Los peces dormían, mientras la calma daba su primera ronda nocturna. Y ahí, en el vado del río, con los pies llenos de barro, descubrió que los ojos nacarados y las manos mortecinas que lo recorrían cada noche mientras miraba carreras de caballos en la televisión, eran resultado de su mal logrado amor por el viento y la luna.

7.11.11

Agua de espada

Yo qué voy a saber de metáforas y alegorías, mucho menos de parábolas, las cuales Juan Carlos Morales ama; o de lo que en realidad quiere decir tal o cual cosa, en un libro. Mis ojos recorren las palabras, las raspan, las degradan, mas nunca reparan en que tan doble o triple su significado pueda llegar a ser. Trato, yo solo trato, de dejarme llevar de A a B, y de ahí a la Z, pasando por J y la X, zigzagueando a través de los árboles, cruzando umbrales, ora en papel, ora en la vista, sin caer en lo límpido, lo falaz, lo vivo y lo muerto de aquellas palabras. Las metáforas y las alegorías, crueles señoras de la retórica, brican a mi paso, olas marinas perdidas en un río a la entrada de mi pueblo. ‘¡No sois de aquí, por tanto, os ignoro!’ les digo. ‘No seré sumergido en mi caudalosa ignominia. No más.’ Así que halo con todo de las bridas, frunzo el ceño, y galopo. Hago por mi hogar.

“…, cual agua de espada, manaba sin cesar…”