2.10.15

Frío

¿Recuerdas esas tardes de frío en tu casa? Estoy segura que sí. Lo único que sentías debajo de tu manta roja a cuadros era mis caderas desnudas. Así te excitabas, te me acercabas y mordías mis hombros y cuello mientras recorrías mis muslos con tu mano derecha y mi pelo con tu izquierda. Cogíamos a intervalos, con silencios y charlas acerca de nuestros días por enmedio, ignorando la música radial de fondo, construyendo futuros a base de orgasmos y momentos felices. Hay que probar de todo, me dijiste un día, y yo que pensé que hablabas de mí. Hice lo impensable contigo. Qué estúpido decirlo, me hubiese tirado al sol por probarlo contigo. Aquella noche que nos perdimos en el centro regresando de una noche de música rasposa en El Atlántico te dije que no me importaba que Meme se enterase de lo nuestro, de que eras mis suspiros bañados de vida. ¿Por qué le llamas Meme si ya no son nada?, me soltaste celosamente. Mera representación presente del cariño que algún día sentí por él, te contesté. Bufaste y te largaste al baño mientras yo pensaba en lo mucho que me amabas por el coraje que te carcomía mientras orinabas. Ardí esa noche en tu cama. Tremenda estupidez. A la mañana siguiente mientras tiraba las sobras del desayuno encontré un par de colillas en la basura. ¿Desde cuándo fuma?, me pregunté, para después reprenderme porque recordé que tu madre fumaba. No de esa marca, pero los gustos cambian, me dije. Los gustos cambian. Me pregunté varias veces qué hacías esos viernes que te desaparecías sin contestar llamadas o mensajes, viernes en los que sólo me mandabas emojis de diablos sonrientes. Jamás te pregunté porque no quería que te sintieses atado a nada más que a mí, a mi cuerpo serpenteante y mi sexo húmedo. Cogías, ¿cierto? Por eso mandabas esas caras burlonas, mientras los muslos de alguien más te arropaban el rostro, mientras los pezones de alguien más se endurecían por tus mordidas. Y yo sintiéndome deseada porque suponía que estabas en algo del trabajo de lo que no podías escapar, que querías estar retozando conmigo, y que por eso los diablos me miraban con esa sonrisa tan maliciosa que alguna vez me dejaste ver después de recibir una llamada la cual no alcancé a escuchar. Era él. Era él diciéndote lo que te haría el viernes siguiente. Era él diciéndote como quisiera estar en mi lugar para poder rasgarte las ropas y dejarse en ti. Pendejo Meme que se ha creído tus poesías para poder encamártelo. Pendejo Meme que me llena de miseria. Pendejo tú que supones que jamás te voy a dejar.