27.5.13

Matilo 2

-¿A qué te refieres con que el universo conspira en tu contra?
-No lo sé... No sé siquiera si entiendo el significado de la frase. Pero, en algún lugar, en algún momento, muchas veces, he tenido que mirar hacia arriba para cerciorarme de que nadie me está mirando.
-Raro.
-Podrías multiplicar el significado y ejemplo más nauseabundo de esa palabra por 1,000,000,000,000,000,000 y te quedarías corto comparado con lo que me acongoja. ¿Has creído alguna vez que Dios, el que se te ocurra, te observa?
-Sólo que me escucha, y fue demasiado.
-Bueno, peor.
-Sentí culpa porque se me ha enseñado que comer de más cuando hay gente que no tiene bocado es suficiente para arder no sé dónde.
-El infierno. Eso de lo que te hablo es mucho peor.
-Es que tú no me has querido dar un ejemplo.
-Ok, pero quiero que sepas que espero no me trates distinto de como lo haces ahora porque no aguantaría a otra persona que me llame con sinónimos de idiota o loco.
-Dale pues.
-Era mi cumpleaños numero dieciocho, y contra todo pronóstico, fue un día soleado. Diecisiete veranos había vivido, y ningún cumpleaños que no pasara por agua. Mi madre hizo énfasis que por fin podría ponerle merengues a las piñatas, como siempre había querido, y que los adornos de papel de china resplandecerían en el jardín y no a la luz de los focos. Yo no quería ni piñatas ni papel de china, pero no hay quien pueda contradecir a mi madre, sobre todo después de la muerte de su padre. En fin, que por el jolgorio yo no estaba atento a nada, y de todas formas aunque lo hubiese estado, no habría hecho la gran diferencia.
-Todo conspira...
-Exacto. El tío Lebó llegó con sus perros como siempre, pero traía uno que jamás habíamos visto por el simple hecho de que lo acaba de encontrar buscando restos de comida en su basura. El hombre es muy duro con sus congéneres en general, pero no le pongas un perro de ojos tristes en frente porque le desquebrajas el corazón. El caso es que tal perro, Danger, estaba echado en patio, dormitando con total displicencia mientras todos los demás jugaban con mis sobrinitos. Llegó la hora del asador y la carne al por mayor, y supongo que aquí el condenado perro comenzó a despertar. Mi abuela me había traído un corte de su carnicería de confianza que había ordenado especialmente para mí. Por alguna extraña razón mi familia asocia las celebraciones con carne y merengue, y por eso el entusiasmo desencadenado de mi abuela por que yo comiese un pedazo de animal alimentado de no sé qué y traído de no sé dónde. Tomó cuarenta y cinco minutos la cocción de la carne aquella, y debo admitir que apestaba a gloria y triunfo todo aquello. El tío Bernabé se acercaba a mi mesa con el regalo prometido cuando aquel perrangucho de cuarta salió de la nada y se lo robó. El tío Lebó gritó como energúmeno, sin efecto alguno. Yo corrí detrás de él, le lanzé una piedra, le azuzé para que volviera, y él volteó para mover sus cejas, o lo que podríamos llamar cejas, de arriba a abajo en son de burla y, estoy seguro, sonrió.
-Hmm...
-¿Suficientemente raro?
-Sí.
-Cuando regresé a mí cuarto después de la fiesta vi una nota sobre mi cama que decía:

Matilo,

Has de estar fúrico por lo que acabo de hacer, pero te puedo decir que yo estaba destinado a ese trozo de carne. Ignoro por qué, e ignoro si tú lo sabes. Mas habrás de saber que has hecho muy feliz a este remedo de cachorro.

"Danger"

-Diantres...
-Creo que alguna vez lo vi de lejos, husmeando en la basura de la casa de alguien, y si era él, podría jurar que levantó las cejas, o lo que podríamos llamar cejas, y sonrió antes de echar a correr.
-De algo estoy seguro: Dios es un perro...

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