Tiemblo aunque voy sentado. No es el vaivén del tren. Ni los vestigios de alcohol en mi sistema. Eres tú y tu voz pulsar. Es tu sexo tan salado y tu piel erizada por mis labios. Olvidé mis anteojos, aunque no importa tanto. Quiero sólo ver hacia adentro de mí, en la oscuridad terrible, y ver tus ojos, tus labios. Insoportable calor. Y no es por la gruesa gorra que apenas amilana mi hirsuto cabello, o el desparrame de gente en el vagón. Es porque ardí contigo. Encendiose eternamente por 24 horas mi maltrecho cuerpo. Y sigo en combustión, con tu humor atrapado en mi piel y tu sabor atomizando mis labios. Te veo todavía, vestigio del sol al cerrar los ojos al mediodía. Te beso aunque sé ya vas lejos. Tiemblo. Tiemblo! Tal vez dos horas y llego a casa. En automático sonriendo ya que, ¡demonios! Pensar en ti es suficiente razón causa en esta lenta tarde de otoño.
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