19.10.20

 Es la calma de un día cualquiera en el que nadie ha decido hacer algo. No hay vendedores de puerta en puerta o por altavoz, ropavejeros, paleteros de cornetas musicales o mensajeros de políticos buscando convencer a las masas. Los perros del rumbo tal vez estén tan dormidos como los míos, soñando que muerden algo que se han encontrado por ahí. Los vecinos no tienen la loca idea de cambiar todos los cuadros y repisas de sus casas al mismo tiempo, por lo que no taladran o martillan al unísono. Sus hijos podrían estar viendo todos lo mismo. ¿Por qué no? Puede que un canal de esos gratuitos decidió regalar juguetes para todos, por lo que deben estar pegados sin parar mientras alguien de su familia marca frenéticamente el número en pantalla. Baña la calma al parecer, este día. Pensé en poner música, pero, ¿Para qué romper con el humor del día? He terminado de trabajar, así que me levanto a calentar agua en el microondas para una pequeña taza de té. Busco un libro que siempre he querido leer, Nocturnas de Ishiguro, me digo, y acerco al futón el pequeño banco en el que subo los pies. Antes de tomar el libro, antes de dar el primer trago al té verde que me he preparado, cierro los ojos, respiro profundo, y cuando la oscuridad está a punto de cerrarse sobre mí, apareces tú, sonriendo al Sol como el sábado anterior.

No hay comentarios: