Now
Now more than ever
At the ruin of present day
I should have said I was busy
That I was to be elsewhere
That I had no time
Little did I reckon
How far I would have to go
And now, more than ever
I savvy I was to say no.
24.12.17
19.12.17
El sol de otoño
La memoria
El día andaba lento, como cualquier día frío de finales de otoño. Todo mundo abrigado, todo mundo con sólo una mano asomada desde las capas y los abrigos, sosteniendo un café o un atole. No es fácil esperar a alguien, sobre todo en un clima tan mundano como éste. Hay un número limitado de publicaciones o de tuits que uno puede ver antes de que se le entuman los dedos, antes de que se empiece a morder pedazos de piel seca en los labios. Usualmente así, andando a pasos cortos de un lado a otro, tarareando con más fuerza a cada minuto de retraso, con una mueca de disgusto, él esperaba a quien fuera vería. No hoy.
Pocas cosas se habían guardado en su memoria como aquel día de sol. Gente en las escalinatas cargando libros, turistas en el autobús descubierto tomando fotos, los policías abanicándose con sus gorras, y ella ahí, de rojo, con las manos entrelazadas sobre las rodillas, mirándolo, mirándolo detrás de unas gafas de sol, con una sonrisa en el rostro. Seis horas pasaron antes de que estuviera solo otra vez, andando a casa mientras miraba sus tenis y y se rascaba la nuca con la mano izquierda, y se sentía los labios con la derecha. ¿Qué ha pasado?, se preguntaba entre suspiros, sonriendo.
Sentado en una banca sobre la avenida, con Liszt en los audífonos, esperaba. Bailoteaba los pies, mordía sus labios, quería que llegara. Hay una cita de Galeano que va de, Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Y esta historia que era parte tan integral de su corazón, estaba a punto de reiniciarse. Vio su carro blanco salir de la privada y aparcarse un poco más adelante de donde él estaba. Se puso de pie, y corrió hacia él. Y justo al subir, la miró, la miró sonreír, mientras el sol se asomaba por detrás de una nube.
29.11.17
Es muy real como para ser un sueño: su piel, sus ojos, su voz, el aroma de su cuello y sexo. También, es demasiado maravilloso como para ser real: su risa y su llanto, la tersura de su tacto, hasta dónde me eleva cuando hacemos el amor. Yo no sé. No sé qué es esto que me he encontrado andando por la vida, que he perdido en primavera, y recuperado en el otoño. Tal vez sea por lo que uno está vivo, por lo que uno así puede disfrutar de la dulzura de una cereza, de una caminata por la playa, o del sabor de la cerveza cualquier tarde de calor entre gente querida. Ignoro si debo de dilucidar por qué me ha sucedido esto a mí, o si simplemente disfrutarlo. Verán, yo siempre quise saber la razón de las cosas. Saber el porqué detrás del azul del cielo a medio día y del rojo al atardecer. Por qué un mamífero puede tener escamas y un reptil parir crías. Y si no lo encontraba tan fácilmente, buscar y leer y preguntar hasta que tiempo después, años tal vez, diera con la respuesta. No saben el gozo de por fin saber quién canta o toca algo que capturó mis oídos una mañana cualquiera, o de encontrar por qué tal palabra se pronuncia o deletrea de tal o cual forma. Aunque, nada parece compararse a la epifanía de sentirse como yo hoy día. Así, tumbado en una sala de conferencias vacía, mientras bebo café demasiado malo como para ahuyentar el sueño que tengo, pienso en la fortuna, mi fortuna, de haberte encontrado a la vuelta de mi casa, bebiendo un té de canela y manzana mientras veías tu teléfono y tratabas de deshacerte del tedio de vivir en una ciudad como ésta.
Es miércoles, son las cinco y cuarenta y cuatro de la mañana, soplo en mis manos tratando de quitarme el frío de ellas porque, demonios, no se puede escribir en un móvil con los guantes puestos, y pienso en lo mucho que me gustaría tirarme en la cama, a tu lado, mientras te leo algo de Pellicer o Sabines o Neruda, y al terminar, sentir tus labios contra los míos a la vez que el cielo se cierra y una leve llovizna baña el amanecer.
22.10.17
Un mar de pasto
Pensé que sería empezar de cero. Otra vez. Nuevos sabores y olores. Una sensación distinta al tacto. Sentir como si otro sol le diera calor a mi cuerpo y forma a mi sombra. Estar así en la cima de otro mundo y poder ver otras nubes.
Y aquí estoy, cercano al quiosco, apagando mi último cigarrillo, despidiéndome del nuevo yo, quien no es más que el mismo. Jamás pensé en escapar de mí. Aunque, estar así de lejos, tan minúsculo en un mar de verdes pastos, allí sentado agitando los brazos, me ha dado qué pensar. Ardí sin quemar, me asfixié al final al no necesitar aire. Y aquí estoy, escuchando las fuentes mientras mi perro me mira. Sintiendo la vida que mana del Sol, escuchando a Handel.
Y más que nada, estirar mis dedos para sentir una extensión de mi piel, hace que todo parezca como si todo pasara al día siguiente.
18.9.17
Cantata de abril
Entre arreglos de cempasúchil y olor a copal,
Con la memoria de Alfredo atada a mi cuello,
Esporas blancas en el aire,
Fui a su lado,
Y al compás del tarareo del cielo,
Dancé a su lado.
Cinco meses fueron,
Bebí su voz, tomé su cuerpo,
Fumé cigarrillos mientras Richter y Riesman,
Dejé de flotar por tomar su mano,
Al andar hacia el Maison Kayser del lugar.
En las estrellas de Bacalar una noche,
Al arder de leña y anécdotas,
Me llevaste a tu habitación,
Te fundiste a mi cuerpo,
Y al partir, en voz alta,
Juraste a la luna jamás sentirías mi piel otra vez.
Una tarde de verano de 1975,
Dejé mi bebida debajo de la silla,
Lancé al piso mi copia de 2666,
Me asomé por la puerta donde le vi por última vez,
Volé...
6.9.17
Y los perros no tienen la culpa casi de nada
De lejos sólo se alcanza a ver lo esbelto de su figura y el deje rojo de su cabello. Lo ha llevado así por tanto tiempo que no recuerdo el color original. Todo porque le prometió a su madre no dejar de teñírselo así, porque así lo llevaba el día que su madre murió, como si queriendo preservar su memoria al llevar en la cabeza lo último que su madre vio. Cada 22 de cada mes par acude al salón para el retoque reglamentario. Y ahí estoy a su lado, leyendo qué sé yo, mirando a los no sé quiénes corriendo en el bullicio del regreso a la oficina después de la hora de comida, rascando mi tobillo y jugando con mi goma de mascar. ¿No te aburres?, me ladra cada vez que vamos, mayormente en son de burla, muy pocas veces con genuina preocupación. O eso pienso. Porque tantas veces como hoy, en las que nos hacemos compañía sin cruzar palabra, cada quien en su cada cual, lo más que puedo hacer es adivinar lo que pasa por su mente. Sería vano, innecesario, preguntarle por qué sonríe. Le arrancaría una risa a lo mucho, tal vez menearía la cabeza de lado a lado, y ocuparía su vista en algo más. O eso pienso. Posiblemente pregunte cómo estoy, qué he comido hoy, me bese en los labios o en la frente, tome mi mano, y camine en silencio hasta el salón de Pedro. Pasará inmediatamente porque es seguro que ha hecho cita, y si no, pasará en seguida de todas formas porque Pedro, aquel Pedro que creció con su madre y que jugaba con ella a hacerle el cabello mientras platicaban de lo que fuera platicaban los preparatorianos en los setentas, aquel Pedro que a su madre donó un riñón y le donó sangre en tantas ocasiones, jamás la haría esperar. Una hora es lo que necesita para dejarle radiante, con el cabello cayendo hasta sus hombros, reflejando el sol en tonos naranjas y amarillentos, radiante sonrisa entre las mil y una pecas que le ha dejado su padre. De vez en vez levanta la cara y mira la nubes diciéndome cuánto le gustaría navegar frente al sol en una de ellas. Por mirar el sol más de cerca, por mirar la vida desde arriba, me dice sin pregunta de por medio. Después de la caminata reglamentaria, de casi dos horas por el centro comercial viendo ropa, después de la comida en el lugar que se le antoje, vamos a su casa, o a la mía, y hacemos el amor a veces, o cogemos otras veces, hasta al amanecer, sin palabras, con alguna lectura, o alguna película, en los interludios necesarios porque es obvio que ya no tenemos 20 años. Solía apenarme el estado de mi cuerpo, cómo es que fui de un cuerpo atlético, de ejercicio en el gimnasio de martes a jueves, y de caminatas de 20 kilómetros al día, de pan en el desayuno y jamás en la cena, de brócoli y zanahoria y algo de calabaza y coliflor como guarnición de la pechuga o el filete de pescado o de res de lunes a viernes, y de mis pecadillos los fines de semana con una cantidad enorme de queso derretido en lo que fuera que comiera, con medida por supuesto, a lo fofo de mi presente, con lo que en Estados Unidos llaman el "muffin top" asomándose por la parte superior de mis pantalones, con mis mejillas irradiando redondez, con mi cuerpo de asiento frente al televisor vengándose de mí al calor de mediodía, a ríos de sudor por mis axilas y espalda baja. Solía apenarme, dejaba la luz apagada y le atacaba antes de que se le ocurriera encenderla. Besaba su pómulos y párpados y lóbulos y cuello, plantando mordidas en el recorrido, ocupando mis manos con cada rincón de su cuerpo, gimiendo al unísono, deshaciéndonos de la redundancia de nuestras ropas, hasta que vueltos un nudo nos retorcíamos en el anónimo del sexo en un lugar a oscuras. Ya no. He dejado de fijarme en la iluminación del lugar donde lo hagamos. Han brotado cosas más importantes mientras le recorro con mi anhelo acumulado en los días que no nos vemos. Pienso mejor en si podríamos escuchar a Richter o a Riesman, si ha leído el pasaje erótico que le he recomendado, si este momento será digno de un haiku. A veces, a veces no tenemos sexo, o no nos fundimos mutuamente, y simplemente fumamos mientras leemos. Sin palabras de por medio, miradas furtivas por encima de los libros a lo mucho. Hoy es 22 de mes par del año que corre, y no habrá muchas palabras de por medio. Puede que sí, si hoy va con el capricho de hacer algo distinto. Azar. Azar que le ha dado tanto gozo a mi vida, recorriendo avenidas inéditas, sabores intrusos, colores perdidos, notas malinterpretadas, palabras antes mudas. Azar que me trajo su cuerpo. Azar que me destrozará el corazón un 6 de septiembre. Mientras bebo café, mientras miro el vaivén de su cuerpo acercándose, pienso en que los perros que tantas veces han cosechado amor en mis largas tardes de soledad mientras le tengo en mi vida, no tienen la culpa casi de nada.
11.8.17
A parable
Treason, they shouted on the morrow,
Treason and no other shade of black,
In spite of my molten grace of doubt,
For the moment is the price the broken lover is to pay,
Fag in hand while rots in debt,
A feast of orange morning grey,
My drunken eye of curl and leather,
Wish you were it in all your glory,
This gilded song will go no further,
I ponder where now I shall sit,
Nights in the dark of mongrel fury,
Love me not any, break me on the sixth.
10.8.17
Summer of the rain in this town. Pouring coffee in the cold. Silly me — why should I warm meself when there's cold water awaiting in the shower? I say it all be to shake, to awake meself for I hate to be groggy all morning long, babbling while people stare back at my words. Do they get what I mean? If I ask, they nod and smile. Yet, there's empty in their eyes. Even when people be given the keys to the kingdom, they would take them gladly and hold them dear even though they have no idea what they are for.
4.8.17
23.4.17
El ramo
Tú, con tus labios asesinos,
Tu silueta perfecta de Ilíada,
Y tu blancura de faro en el desastre,
Me haces suspirar,
Me llevas a la mar y ante las olas,
En un atardecer perdiéndose en mi historia.
Tú, con tu fragilidad de día nublado,
Con tu bondad en una mano,
Y tu amistad en la otra,
Me envuelves en tus brazos,
En tu piel, en tu memoria,
En una noche de luna perdida en nuestra historia.
19.4.17
La esencia y la percepción del universo
He pensado un poco, porque de plano no puedo decir mucho, en lo que es escribirle algo, un poema por ejemplo, a alguien. Se podría sostener que al ser aquella persona el objeto del deseo o afecto de uno, las palabras cual vida fluyen, y uno sólo acomoda las ideas de acuerdo a lo que uno propone. Recientemente he caído en lo pésimo de objetificar a las personas, incluso si el propósito es algo tan simple y noble como expresar amor por tal o cual. La objetificación conlleva enfocarse demasiado en las características, por lo que uno arriesga a olvidarse de la esencia de aquella de la que hablamos. Vaya, hablamos de los qués olvidando los porqués, los cómos y los cuándos. Esencia. Tal vez sea esa la palabra adecuada cuando uno habla de alguien más. No es fácil descubrirla: usualmente se necesita una cantidad de tiempo en el que se pueda llegar a admirar aquello de lo que se piensa hablar. La cantidad por sí misma no es tan relevante, sino qué se hace en él, qué se escucha, qué se ve, qué se siente. Ahora, algunas personas podran sostener que la esencia es la descripción final de cierto ser, y que la percepción de tal esencia es completamente irrelevante ya que no va de la mano con ella. Sin embargo, no hay forma de encontrar y por consecuencia percibir tal esencia sin que haya una percepción de ella. Vaya, es inherente que yo al clamar haberla encontrado, esté hablando no sólo del cómo o cuándo o porqué, incluso el qué, sino de la sensación de mis sentidos, y su conexión con mi cerebro, el cual es el agente que asocia todas esas sensaciones para formar aquella esencia que se ha encontrado, en mi mente. Decir que existe tal esencia sin que yo la perciba, y aún así sepa de su existencia, da lugar a un abstracto tan absurdo como decir que sé de ella porque soy parte de ella. Esto último parece ser ideal, desde puntos de vista románticos y metafísicos que a muchos agradarán. Sin embargo, la contemplación es, desde mi singular punto de vista, lo que completa la belleza de aquello que se ha encontrado, sobre todo porque la esencia es y está sin una intención expresa y llena de propósito por ser bella. Vaya, la belleza de tal o cual es innata a su naturaleza y a su existencia. Si no lo es, posiblemente estamos hablando de algo que se ha producido con el objetivo de aparecer bello a los demás. Dada esta simpleza y naturalidad de esa característica, cuando aparece auténtica, la contemplación de ello, el placer que viene de tal admiración, más el placer de haber encontrado algo bello, le da redondez al hecho de tal belleza. Vamos, usando un ejemplo abyectamente simple y vano, uno no puede saber si un plato es delicioso si no se le ha probado. Obviamente, podríamos escuchar miles de opiniones de distintas personas diciéndonos por qué es un platillo delicioso, ahondando en los olores, sabores y sensaciones que hay y son provocados. Pero, uno no lo puede comprobar hasta que se haya tenido por lo menos una cucharada de él. Ahora, cuando se habla de las percepciones de aquella esencia que se ha hallado, es muy cierto que tales percepciones, a la vez que las proposiciones en las que puede caer como consecuencia, pueden ser erróneas. En algún otro texto observé que la descripción de cierto objeto no cae sólo en lo afirmativo, sino en lo negativo; no sólo en las proposiciones verdaderas, sino en las falsas. Usando una vez más algo vano como ejemplo, al decir que una pared no es negra, no digo automáticamente que sea su opuesto, una pared blanca, sino que en verdad no es negra. Podría ser de cualquier color obtenible y aplicable a una pintura para poder cubrir tal pared. Claro, si simplemente digo que es blanca, me evitó todo este lío que acabo de mencionar. Sin embargo, al hablar de características de personalidad que muchas veces dependen de la percepción de ellas, el asunto se complica, y es completamente válido mencionar lo que parece ser junto con lo que parece no ser. Vamos, resumiendo esto en una simple frase, de aquellas que gustan en la poesía que a veces me atrevo a escribir, aquella persona se compone de su esencia y de la percepción del universo.
Van de viaje sobre un pasaje de autobús,
Mirando el recorrido,
Viendo la gente pasar,
Mientras doy un sorbo al café
Y me pierdo en el qué se yo
De un día en el que nada es normal.
Paso por la avenida que da a tu oficina,
Miro tu ventana y pienso en dónde andarás,
Con tus ojos de recuerdo
Y tu sonrisa radiante,
En una mañana con un sol de película,
De aquellas que te gustan,
De un amor lleno de azar y esperanza.
Van mis besos y mi corazón
Cual pasajeros de un viaje interminable, inolvidable,
Buscando tus manos en un día de abril,
Timbrando al conductor y que los deje bajar
Para ir corriendo a encontrarte
Mientras estás frente al computador
En el piso no sé qué en la cima de mi ciudad.
Cubro tus ojos por sorpresa,
Acerco mis labios y mis sueños a tu oído,
Te digo, Eres tú quien me mira en caramelo y ámbar,
Te tomo en mis brazos, en mi alma,
Y mientras te escucho decir que he tardado en llegar,
Tarareo una canción acerca del atardecer en un día de verano.
17.4.17
2nd of January
Sometimes,
Of how how you see me in the eyes,
Sometimes,
When you reach for me and touch my hand,
every night.
And I sit here doing nothing,
Typing this letter in the shape of poem,
Playing music in my head that goes to it.
How simple and brutal this,
Longing,
For the things I have and am,
Longing,
For all you wish I not were,
here and now.
And I sit here typing something,
Tired of the lack of status quo,
Playing music in my head to the end of tonight.
Perhaps
I won't be able to tell how old I am
So you might help me recall
The summers in the sun and the autumns in the breeze
That we spent together
You
So you of pearls and melted brown sugar
Fragile child's heart I have loved before I met
Breakwater splashed by waves and time
Who's broken me like no one
Scattered me across the floor
As a hummingbird
Perhaps when I am old
I will finally feel the way I have always felt
Worn out
Too far from a fledgeling
Too distant from the redwoods
Fearing the names in the dark
Whispers of the cascading past
Stubborn of the future
Future lights, future beds
With no names on my skin
No names to remember
Rapacious of my loved ones
While I long for the cigarettes I missed
Perhaps today
Perhaps today you will forget
Forgive me and forget me
See my sin in you
As brown tooth
Aching from rock in the flour
And I
I will walk carelessly to the sand
Write my name in it
Watch it wash away
I ponder, I shudder
Take a picture or two
To wash them away next time you act like you don't
Incomodidad
– ¿Manuel?
– Kara, hola.
– No sabía que estarías aquí, digo, te veía lejos de todo esto, aunque, después de todo lo que hicimos antes de, ya sabes, tal vez es más que suficiente...
– Bueno, pues, estoy aquí, y no me puedo largar, eso es lo que al fin importa.
– Sí, pues, yo tampoco. ¿Y cuánto llevas acá? No será qué...
– No, no, no. Pasaron 3 años más o menos. Yo... Yo hice algo muy estúpido, y por eso acabé acá. No tuvo demasiado que ver contigo, aunque...
– Entiendo. ¿Cómo pasó?
– Es bastante estúpido. Yo tomé todo un frasco de Diazepam con una botella de Beef Eater, además de que la adrenalina me hizo navajearme los brazos.
– ¿De verdad?
– Sí, eh... El caso es que cuando comencé a sentirme mareado, como si me fuera a desplomar, salí corriendo a la calle, y un Ford Mustang me atropelló.
– ¡Santo cielo!
12.4.17
The erratic behaviour of a lone man
10.4.17
No sé a qué juego
Ni sé a qué escribo
Cual rabieta de alguien muy ensimismado
Hoja y pluma y demasiado tiempo
Lazando palabras a la nada
Cual escape del status quo
Porque duele el hoy
El hoy de caminatas con destino
El de palabras con propósito
Y café sin desatino
Qué coherente he sido
Me encuentro en los espejos
Miro la luna y no las nubes
Será que he perdido el ansia
Por beber cerveza en la mañana
Por brincar las grietas en el pavimento
Y me refugio en estas líneas
Así como así
Vestido en la regadera
Subiendo escalones de a cojito
Mientras paseo al perro
Y la farola no para de decirme
Que mañana en la mañana
Tendré que escribir para no ser yo un día más
8.4.17
Del día en que no fui un zorro
3.4.17
A las once
- Ya sabes, de aquellos que merecen un té de estos...
Aunque el otro José al final le decía que no podía beberlo tanto porque la boca había comenzado a saberle a cenizas. Entonces resolvió sorber té ideal para aquellos desayunos al lado de Támesis en un vetusto parque a las once de la noche. Algunas veces el policía se le acercaba para ver qué hacía.
- Es muy raro ver a alguien aquí que no se esté drogando, no en este parque, no en esta hora...
- Tal vez es una infusión de marihuana, y usted al respirar sus gases se droga conmigo.
Podían hablar ellos dos de deportes, de la nota amarilla del día, del pan de la esquina, y de que cualquier cosa que José y el policía se atrevían a leer.
- A veces no entiendo qué haces aquí a estas horas, José...
Toma su termo, se despide, y echa a andar con Milú, su perro, detrás de él. Resuelve que no ira a casa, es jueves, los viernes no trabaja, y echa a andar a cualquier otro lugar. A la avenida principal, resuelve, ahí hay negocios abiertos todo el día, y puede encontrar algo de comer, para él y Milú. Pasa por restoranes y puestos de tacos, por los zaguanes de señoras que venden garnachas, por tiendas que venden de todo, hasta que llega a las hamburguesas de Lino, aquel que a los ocho años quedó huérfano de madre, y hasta cierto punto de padre, porque éste al perder a la mujer en un accidente de construcción se sumergió en tanto alcohol que Lino no dudaba en decir que su padre era la primer persona del pueblo en morir por combustión espontánea gracias a que Lino para despertarlo algún día le puso una lupa refractando el sol en el tobillo derecho. Nadie sabía cómo había muerto el padre, ni cómo había Lino vivido de los ocho hasta los veintisiete que tenía ahora porque de acuerdo a él mismo, no tenía ni hermanos o tíos o abuelos o algo por el estilo. Sin embargo, aquí estaba él, sirviendo hamburguesas y sonriendo. José pide sus hamburguesas para llevar, diciéndole a Lino que le diera una sin pan para su amigo blanco. Echan a andar después de que Lino le dé un pequeño abrazo...
- Porque, pues, para eso son los amigos y los abrazos, viejo...
Piensa José llegar hasta el Museo de la Historia del Zapato, el cual está frente al grandioso auditorio donde él habría de mirar a la más maravillosa banda de la Tierra: un pequeño grupo que venía del lugar más recóndito del mundo, y que José no pensó jamás ver en vivo porque,
- ¿Cuándo es que un islandés viene a un país sin frío?
Aunque faltan algunos años para ello, y José no tiene la más remota idea de lo que pasaría aquel día porque sería algo tan brutalmente simple y bello que no pararía de parlotear acerca de ello cada vez que alguien lo bastante distraído se lo permitiese. Anda él por entre los árboles con Milú cuando siente que alguien lo aborda. Es un hombre de no más de un metro con sesenta centímetros, con el pelo ondulado y negro, tan negro como sus ojos, como su bigote.
- Señor, buenas noches, ando perdido y ya es un poco tarde, necesito llegar a la estación de autobuses del norte, y pues, no sé para dónde jalar... ¿Sabrá usted?
José piensa en que el hombre va para el otro lado, se muerde el labio pensando en si debería de hacerle señas de para dónde jalar, decirle por qué avenida caminar para quedar lo más cerca posible, y dónde doblar para que no haya pierde. Ve a Milú y éste ladea la cabeza mientras mueve la cola.
- Ande conmigo, que yo le enseño...
Caminan un tramo sin hablar, José con las manos en los bolsillos, el hombre mirando en todas direcciones, Milú saltando de un lado a otro. José mira de reojo al hombre y nota lágrimas en sus ojos.
- Sabe, yo vine de San Luis, bueno, de un pueblo por ahí. Me dijeron que si encontraba trabajo aquí me iría re bien, pero he ido a muchos lugares, pidiendo de lo que sea, y na'más nada. Hoy fui a muchos de esos restaurantes caros, pero siempre me dicían lo mismo. Y yo ya estoy bien desesperado, porque ya ni quiero hacer dinero, sólo quiero juntar para mi boleto de regreso. Obviamente, no tengo nada, nadie me ha dado nada, y sólo voy a la terminal a dormir. Mañana igual y me voy allá para los edificios altos, aunque estén lejos, igual y allá me dejan hacer algo...
Llegan los tres, al cruce en el que José pensaba dejarlo, le da cambio para el colectivo, un par de billetes que le quedan en la cartera, y el par de hamburguesas. Le señala dónde tomar el colectivo que lo acercará a la estación, y le aconseja que no hable con nadie. El hombre, sollozando y sin poder hablar, lo abraza, y se va. José lo ve marcharse hasta que llega a aquel puntito amarillo que marca la parada. Se enjuaga las lágrimas, llama a su perro, y echa a andar mientras saca su móvil y manda un mensaje de texto. Jamás vuelve a fumar.
Al hablar con Yolanda
1.4.17
31.3.17
30.3.17
Sus ojos son el santo grial de cualquier día,
De todos los días,
Su cuerpo nacarado, olor a carmesí y yerbabuena,
Ardor en mi sangre,
Violencia en mi corazón,
Cien filisteos en mi alma yendo a la guerra,
Y yo tan pequeño como un grano de arena perdido en la mar.
Tan todo que llevo sus colores en mi pecho,
Cuando duermo, cuando bebo una cerveza y miro el televisor,
Soy algo sin ella,
Imperfecto hombre trabajando la tierra,
Esperando el hogar que perdí a los ocho años de edad,
Temeroso de la oscuridad de voces marchitas,
Susurrando mi breve paso por el mundo.
Aunque el sol olvida quemarme,
Y los árboles, a mi paso, cantan porque me miran sonreír,
Porque el amor lo es todo,
Mis días sin comida y mi fuego sin leña,
Ando, y sin ser vagabundo,
Bebo, sin algo qué olvidar,
Hombre que anda sin saber dónde, con brazos abiertos y mirando hacia dentro.
A su vez soy chiquillo pintando los montes bañados de flores,
Que escribe poesía sin ton ni son,
Andando descalzo como en aquellos días que no son,
Borracho de viento, bañado de pasto,
Pirata maldito asolando la vida,
Porque mi patria es ella,
Porque mi patria es descanso en el que puedo soñar.
27.3.17
¿Danzar con las aves por tarde?
¿Teñir los cielos con tus labios,
ser el inicio de mis noches?
¿Quieres serlo?
Yo no diré nada,
Sólo te miraré
mientras tomo un sorbo de café,
Y tal vez
tome tu fotografía,
Para cerciorarme de que existes,
Para darle inspiración
a aquel músico que te lleva tatuada en la memoria
después de haberte visto cantarle a las estrellas
mientras nacían una tarde de verano.
Si lo eres,
Podré tenerte sin tenerte,
Tocarte sonatas al violín,
Podré perderte todos los días,
Y vivir de la esperanza del que el sol,
Al otro día, todos los días,
Volverá a ponerse.
Sé mi atardecer,
Une lo rojo de tu ser al rojo vivo de mi carne.
you know, an old man by the window,
reading Hemingway,
sipping on ground coffee,
laughter in the back yard,
a cocaving occasional kiss on the forehead,
no.
It is what I am today,
in a room full of brown furniture,
sofas and chairs,
the stool where I sit and the bar on which I lay the computer,
cracked,
like pavement stomped by lorries.
I am the ghost of the man I will never be.
Sliced throat,
puppet in the strings of quiet mornings,
bland coffee in one hand and anguish in the other,
the coaster reads "speak",
yet typing is as far as I will do,
as to god turned me mute when he deemed me a worthless son.