10.9.13

El sol es ella

Anda despacio pensando en cuanto le molesta que la gente se vuelva para mirarla. Anda despacio colgada de un libro acerca de personas y acciones hermosas, imposibles. Tan hermosas como el cielo que mira desde su terraza todos los días, y tan imposibles como la tristeza que siente cada vez que el pasado parece meterle una zancadilla nada más porque sí. Anda despacio saboreando un vasito de helado de vainilla -  es el sabor del alma, alguna vez escuché. Anda despacio elucubrando historias acerca de cada persona que se cruza en su camino, y ríe porque las situaciones más embarazosas que se le pueden ocurrir le ocurren a todos aquellos que cruzan su camino. Anda por el parque con la mente en un  lugar y con el corazón en otro, con las ideas atascadas en qué tiene por hacer esta semana, y con las palpitaciones por aquel y aquellos y también los demás. Busca un asiento para tomar su libro y perderse en el destierro de la casa sin techo que es techo y que es azul. Se arremolina en sí misma como hato de viento, a la vez que las hojas alrededor de su banca se levantan y flotan y crujen de felicidad. Es las palabras, es todos y cada uno, es los cantos y el pelo maravilloso de una mujer y la espera gratificante y cada uno de los objetos ahí. Es en las palabras. Es dentro del libro, pero también fuera de él. Porque el sol que calienta el techo azul y las hojas del libro es el mismo. El sol es ella y ella es el sol. El agua en la fuente borbotea, los niños ríen en los columpios, los adultos platican acerca de lo que sea se platique en un día así de soleado, y ella brilla por sobre sus cabezas. Las flores se vuelven para mirarla, y decir su nombre en voz baja, mientras ella sonríe. Las hojas de libro se van terminando, pero la sonrisa no mina porque siempre se puede volver a empezar.

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