23.4.17
El ramo
Tú, con tus labios asesinos,
Tu silueta perfecta de Ilíada,
Y tu blancura de faro en el desastre,
Me haces suspirar,
Me llevas a la mar y ante las olas,
En un atardecer perdiéndose en mi historia.
Tú, con tu fragilidad de día nublado,
Con tu bondad en una mano,
Y tu amistad en la otra,
Me envuelves en tus brazos,
En tu piel, en tu memoria,
En una noche de luna perdida en nuestra historia.
19.4.17
La esencia y la percepción del universo
He pensado un poco, porque de plano no puedo decir mucho, en lo que es escribirle algo, un poema por ejemplo, a alguien. Se podría sostener que al ser aquella persona el objeto del deseo o afecto de uno, las palabras cual vida fluyen, y uno sólo acomoda las ideas de acuerdo a lo que uno propone. Recientemente he caído en lo pésimo de objetificar a las personas, incluso si el propósito es algo tan simple y noble como expresar amor por tal o cual. La objetificación conlleva enfocarse demasiado en las características, por lo que uno arriesga a olvidarse de la esencia de aquella de la que hablamos. Vaya, hablamos de los qués olvidando los porqués, los cómos y los cuándos. Esencia. Tal vez sea esa la palabra adecuada cuando uno habla de alguien más. No es fácil descubrirla: usualmente se necesita una cantidad de tiempo en el que se pueda llegar a admirar aquello de lo que se piensa hablar. La cantidad por sí misma no es tan relevante, sino qué se hace en él, qué se escucha, qué se ve, qué se siente. Ahora, algunas personas podran sostener que la esencia es la descripción final de cierto ser, y que la percepción de tal esencia es completamente irrelevante ya que no va de la mano con ella. Sin embargo, no hay forma de encontrar y por consecuencia percibir tal esencia sin que haya una percepción de ella. Vaya, es inherente que yo al clamar haberla encontrado, esté hablando no sólo del cómo o cuándo o porqué, incluso el qué, sino de la sensación de mis sentidos, y su conexión con mi cerebro, el cual es el agente que asocia todas esas sensaciones para formar aquella esencia que se ha encontrado, en mi mente. Decir que existe tal esencia sin que yo la perciba, y aún así sepa de su existencia, da lugar a un abstracto tan absurdo como decir que sé de ella porque soy parte de ella. Esto último parece ser ideal, desde puntos de vista románticos y metafísicos que a muchos agradarán. Sin embargo, la contemplación es, desde mi singular punto de vista, lo que completa la belleza de aquello que se ha encontrado, sobre todo porque la esencia es y está sin una intención expresa y llena de propósito por ser bella. Vaya, la belleza de tal o cual es innata a su naturaleza y a su existencia. Si no lo es, posiblemente estamos hablando de algo que se ha producido con el objetivo de aparecer bello a los demás. Dada esta simpleza y naturalidad de esa característica, cuando aparece auténtica, la contemplación de ello, el placer que viene de tal admiración, más el placer de haber encontrado algo bello, le da redondez al hecho de tal belleza. Vamos, usando un ejemplo abyectamente simple y vano, uno no puede saber si un plato es delicioso si no se le ha probado. Obviamente, podríamos escuchar miles de opiniones de distintas personas diciéndonos por qué es un platillo delicioso, ahondando en los olores, sabores y sensaciones que hay y son provocados. Pero, uno no lo puede comprobar hasta que se haya tenido por lo menos una cucharada de él. Ahora, cuando se habla de las percepciones de aquella esencia que se ha hallado, es muy cierto que tales percepciones, a la vez que las proposiciones en las que puede caer como consecuencia, pueden ser erróneas. En algún otro texto observé que la descripción de cierto objeto no cae sólo en lo afirmativo, sino en lo negativo; no sólo en las proposiciones verdaderas, sino en las falsas. Usando una vez más algo vano como ejemplo, al decir que una pared no es negra, no digo automáticamente que sea su opuesto, una pared blanca, sino que en verdad no es negra. Podría ser de cualquier color obtenible y aplicable a una pintura para poder cubrir tal pared. Claro, si simplemente digo que es blanca, me evitó todo este lío que acabo de mencionar. Sin embargo, al hablar de características de personalidad que muchas veces dependen de la percepción de ellas, el asunto se complica, y es completamente válido mencionar lo que parece ser junto con lo que parece no ser. Vamos, resumiendo esto en una simple frase, de aquellas que gustan en la poesía que a veces me atrevo a escribir, aquella persona se compone de su esencia y de la percepción del universo.
Van de viaje sobre un pasaje de autobús,
Mirando el recorrido,
Viendo la gente pasar,
Mientras doy un sorbo al café
Y me pierdo en el qué se yo
De un día en el que nada es normal.
Paso por la avenida que da a tu oficina,
Miro tu ventana y pienso en dónde andarás,
Con tus ojos de recuerdo
Y tu sonrisa radiante,
En una mañana con un sol de película,
De aquellas que te gustan,
De un amor lleno de azar y esperanza.
Van mis besos y mi corazón
Cual pasajeros de un viaje interminable, inolvidable,
Buscando tus manos en un día de abril,
Timbrando al conductor y que los deje bajar
Para ir corriendo a encontrarte
Mientras estás frente al computador
En el piso no sé qué en la cima de mi ciudad.
Cubro tus ojos por sorpresa,
Acerco mis labios y mis sueños a tu oído,
Te digo, Eres tú quien me mira en caramelo y ámbar,
Te tomo en mis brazos, en mi alma,
Y mientras te escucho decir que he tardado en llegar,
Tarareo una canción acerca del atardecer en un día de verano.
17.4.17
2nd of January
Sometimes,
Of how how you see me in the eyes,
Sometimes,
When you reach for me and touch my hand,
every night.
And I sit here doing nothing,
Typing this letter in the shape of poem,
Playing music in my head that goes to it.
How simple and brutal this,
Longing,
For the things I have and am,
Longing,
For all you wish I not were,
here and now.
And I sit here typing something,
Tired of the lack of status quo,
Playing music in my head to the end of tonight.
Perhaps
I won't be able to tell how old I am
So you might help me recall
The summers in the sun and the autumns in the breeze
That we spent together
You
So you of pearls and melted brown sugar
Fragile child's heart I have loved before I met
Breakwater splashed by waves and time
Who's broken me like no one
Scattered me across the floor
As a hummingbird
Perhaps when I am old
I will finally feel the way I have always felt
Worn out
Too far from a fledgeling
Too distant from the redwoods
Fearing the names in the dark
Whispers of the cascading past
Stubborn of the future
Future lights, future beds
With no names on my skin
No names to remember
Rapacious of my loved ones
While I long for the cigarettes I missed
Perhaps today
Perhaps today you will forget
Forgive me and forget me
See my sin in you
As brown tooth
Aching from rock in the flour
And I
I will walk carelessly to the sand
Write my name in it
Watch it wash away
I ponder, I shudder
Take a picture or two
To wash them away next time you act like you don't
Incomodidad
– ¿Manuel?
– Kara, hola.
– No sabía que estarías aquí, digo, te veía lejos de todo esto, aunque, después de todo lo que hicimos antes de, ya sabes, tal vez es más que suficiente...
– Bueno, pues, estoy aquí, y no me puedo largar, eso es lo que al fin importa.
– Sí, pues, yo tampoco. ¿Y cuánto llevas acá? No será qué...
– No, no, no. Pasaron 3 años más o menos. Yo... Yo hice algo muy estúpido, y por eso acabé acá. No tuvo demasiado que ver contigo, aunque...
– Entiendo. ¿Cómo pasó?
– Es bastante estúpido. Yo tomé todo un frasco de Diazepam con una botella de Beef Eater, además de que la adrenalina me hizo navajearme los brazos.
– ¿De verdad?
– Sí, eh... El caso es que cuando comencé a sentirme mareado, como si me fuera a desplomar, salí corriendo a la calle, y un Ford Mustang me atropelló.
– ¡Santo cielo!
12.4.17
The erratic behaviour of a lone man
10.4.17
No sé a qué juego
Ni sé a qué escribo
Cual rabieta de alguien muy ensimismado
Hoja y pluma y demasiado tiempo
Lazando palabras a la nada
Cual escape del status quo
Porque duele el hoy
El hoy de caminatas con destino
El de palabras con propósito
Y café sin desatino
Qué coherente he sido
Me encuentro en los espejos
Miro la luna y no las nubes
Será que he perdido el ansia
Por beber cerveza en la mañana
Por brincar las grietas en el pavimento
Y me refugio en estas líneas
Así como así
Vestido en la regadera
Subiendo escalones de a cojito
Mientras paseo al perro
Y la farola no para de decirme
Que mañana en la mañana
Tendré que escribir para no ser yo un día más
8.4.17
Del día en que no fui un zorro
3.4.17
A las once
- Ya sabes, de aquellos que merecen un té de estos...
Aunque el otro José al final le decía que no podía beberlo tanto porque la boca había comenzado a saberle a cenizas. Entonces resolvió sorber té ideal para aquellos desayunos al lado de Támesis en un vetusto parque a las once de la noche. Algunas veces el policía se le acercaba para ver qué hacía.
- Es muy raro ver a alguien aquí que no se esté drogando, no en este parque, no en esta hora...
- Tal vez es una infusión de marihuana, y usted al respirar sus gases se droga conmigo.
Podían hablar ellos dos de deportes, de la nota amarilla del día, del pan de la esquina, y de que cualquier cosa que José y el policía se atrevían a leer.
- A veces no entiendo qué haces aquí a estas horas, José...
Toma su termo, se despide, y echa a andar con Milú, su perro, detrás de él. Resuelve que no ira a casa, es jueves, los viernes no trabaja, y echa a andar a cualquier otro lugar. A la avenida principal, resuelve, ahí hay negocios abiertos todo el día, y puede encontrar algo de comer, para él y Milú. Pasa por restoranes y puestos de tacos, por los zaguanes de señoras que venden garnachas, por tiendas que venden de todo, hasta que llega a las hamburguesas de Lino, aquel que a los ocho años quedó huérfano de madre, y hasta cierto punto de padre, porque éste al perder a la mujer en un accidente de construcción se sumergió en tanto alcohol que Lino no dudaba en decir que su padre era la primer persona del pueblo en morir por combustión espontánea gracias a que Lino para despertarlo algún día le puso una lupa refractando el sol en el tobillo derecho. Nadie sabía cómo había muerto el padre, ni cómo había Lino vivido de los ocho hasta los veintisiete que tenía ahora porque de acuerdo a él mismo, no tenía ni hermanos o tíos o abuelos o algo por el estilo. Sin embargo, aquí estaba él, sirviendo hamburguesas y sonriendo. José pide sus hamburguesas para llevar, diciéndole a Lino que le diera una sin pan para su amigo blanco. Echan a andar después de que Lino le dé un pequeño abrazo...
- Porque, pues, para eso son los amigos y los abrazos, viejo...
Piensa José llegar hasta el Museo de la Historia del Zapato, el cual está frente al grandioso auditorio donde él habría de mirar a la más maravillosa banda de la Tierra: un pequeño grupo que venía del lugar más recóndito del mundo, y que José no pensó jamás ver en vivo porque,
- ¿Cuándo es que un islandés viene a un país sin frío?
Aunque faltan algunos años para ello, y José no tiene la más remota idea de lo que pasaría aquel día porque sería algo tan brutalmente simple y bello que no pararía de parlotear acerca de ello cada vez que alguien lo bastante distraído se lo permitiese. Anda él por entre los árboles con Milú cuando siente que alguien lo aborda. Es un hombre de no más de un metro con sesenta centímetros, con el pelo ondulado y negro, tan negro como sus ojos, como su bigote.
- Señor, buenas noches, ando perdido y ya es un poco tarde, necesito llegar a la estación de autobuses del norte, y pues, no sé para dónde jalar... ¿Sabrá usted?
José piensa en que el hombre va para el otro lado, se muerde el labio pensando en si debería de hacerle señas de para dónde jalar, decirle por qué avenida caminar para quedar lo más cerca posible, y dónde doblar para que no haya pierde. Ve a Milú y éste ladea la cabeza mientras mueve la cola.
- Ande conmigo, que yo le enseño...
Caminan un tramo sin hablar, José con las manos en los bolsillos, el hombre mirando en todas direcciones, Milú saltando de un lado a otro. José mira de reojo al hombre y nota lágrimas en sus ojos.
- Sabe, yo vine de San Luis, bueno, de un pueblo por ahí. Me dijeron que si encontraba trabajo aquí me iría re bien, pero he ido a muchos lugares, pidiendo de lo que sea, y na'más nada. Hoy fui a muchos de esos restaurantes caros, pero siempre me dicían lo mismo. Y yo ya estoy bien desesperado, porque ya ni quiero hacer dinero, sólo quiero juntar para mi boleto de regreso. Obviamente, no tengo nada, nadie me ha dado nada, y sólo voy a la terminal a dormir. Mañana igual y me voy allá para los edificios altos, aunque estén lejos, igual y allá me dejan hacer algo...
Llegan los tres, al cruce en el que José pensaba dejarlo, le da cambio para el colectivo, un par de billetes que le quedan en la cartera, y el par de hamburguesas. Le señala dónde tomar el colectivo que lo acercará a la estación, y le aconseja que no hable con nadie. El hombre, sollozando y sin poder hablar, lo abraza, y se va. José lo ve marcharse hasta que llega a aquel puntito amarillo que marca la parada. Se enjuaga las lágrimas, llama a su perro, y echa a andar mientras saca su móvil y manda un mensaje de texto. Jamás vuelve a fumar.