12.6.15

Alguien de muy malas intenciones y de pies pesados me ha dicho en un sueño que si la mañana ha salido mala, las posibilidades de que la tarde sea mejor son casi nulas. Por eso ando ligero rumbo a la escuela cada mañana, por eso toco música en cuanto puedo, por eso me infundo del suave aroma de la manzanilla o el café.

Hoy me resentido de un golpe que me di en las asentaderas hace un par de semanas, corrí de un lado para otro en el trabajo sin poder tararear siquiera, el agua del café ha salido fría, y las calles estaban llenas de gente haciendo el "no sé qué" de un viernes donde todos quieren largarse, aunque creo que no saben a dónde. También me he cortado el dedo, y he perdido aquel lápiz que había guardado para sólo los viernes por siete años. Pensé en dejarme caer en la náusea, en dormir a intervalos cortos para ver el reloj y darme cuenta de que no he dormido nada, pensé en quemar mi bistec y quejarme amargamente mientras lo como, y, sobre todo, pensé en poner aquella pieza de Shostakovich y mandar todo al carajo.

No hoy. Porque he encontrado lo más maravilloso a la entrada de mi hogar. Por años había trabajado en lo más parecido a una fórmula de la alegría que aliviase lo arriba mencionado. La fórmula no era tan mala, pero, pero siempre le hacía falta algo. Cambiaba ingredientes y cantidades de estos, agregaba esencia de flores y sustraía oxígeno de la mezcla, adicionaba tonos de azules y rojos, pero nada. Hasta hoy. He trabajado en la fórmula hoy día, y ha quedado así:

Toma la flor más diminuta que puedas encontrar, no importa el color de ésta, y llévala en tu mano mientras bailas una canción alegre, Al terminar, acércala a tus labios y susúrrale el nombre de la persona a la que quieres. Dásela a oler a un par de seres queridos y guárdala en tu puño izquierdo por once segundos. Pasado el tiempo filtra el sol a través de ella y por sobre un pedazo de papel azul. Toma el papel y colócalo sobre el lado izquierdo de tu pecho mientras lees una misiva escrita cerca del mar, aún mejor si es para ti. Al final habrá que mantener el pequeño papel azul lo más cercano al corazón hasta antes de dormir.

Y hoy he encontrado la misiva perfecta para mí: una postal desde el otro lado del mundo, bañada en el amor.

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