21.4.14

Y si

Mientras en algún lugar del sistema solar se tomaba una foto de Neil Armstrong bañado en lágrimas después de haber caminado en la Luna, en algún otro lugar parecido a aquel sistema solar ‒tan parecido que podría decirse que era el mismo sistema solar en otro universo en otra circunstancia‒ Neil Armstrong lloraba ante la falla del módulo lunar por la cual no pudo descender, mientras que en otro lugar harto parecido a aquel sistema solar la esposa de Neil Armstrong lloraba ante el fatídico incidente en el que el módulo no pudo despegar de la Luna y los dos astronautas que osaron bajar nunca pudieron subir en algo que no fuera una bolsa. El universo, oh sí, el universo, no es lo que parece, y no lo es por la llana y sencilla razón de tener múltiples mellizos. Uno, como cualquier ser humano con la mínima capacidad de seguir cualquier analogía respecto a cómo la vida se bifurca de una manera muy desparpajada, debería de abrazar la teoría de los universos paralelos para entender un poco mejor el lugar de uno en ese universo donde se vive en particular. Claro, si uno se deja llevar por la exploración de los "y si", la institución mental de su preferencia le arropará con honesto cariño ‒sobre todo cuando aparentemente uno es, o podría ser más feliz allende que aquende. Ahora, explorar los vastos universos no debería ser un ejercicio de ínfula, sino del malsano afecto por calcular probabilidades y efectos. El ejemplo más claro es este: mi hermana mayor algún día me arrojó una botella nada más por el placer de aventarla mientras jugábamos a pelearnos para el regocijo de nuestros vecinos. Podría yo un día de estos, tantos y tantos años después, devolverle la cortesía, tomar la botella más cercana, lanzársela, y decirle, Me la debías. Dudo hacerlo. Sin embargo, puedo sentarme a pensar en cómo demonios reaccionaría, si reiría o me la sorrajaría de regreso, si se enojaría aún más en caso de que yo no me disculpe, o si se calmaría si lo hiciese. Y así.

El caso es que tal bifurcación es inescapable para cualquiera que exista ahí, en alguno de esos universos de tantas posibilidades y opciones, en el que uno simplemente no se pierde por la simple razón de que nunca se sabe dónde se está. La posición de cualquiera es relativa y determinada por algún otro cualquiera, así que uno puede plácidamente sentarse a tomar té sin la pequeña molestia que es el destino atado a un lugar particular en el espaciotiempo. Que el destino exista y rija la forma en que los senderos se bifurcan es historia bien distinta. Ahora, para algunos, tal destino es o sería un componente fijo en tal universo, o tales universos, o en el inclemente espaciotiempo, aunque otros creen que su posición es o sería determinada por alguna otra cosa, por lo que su aparentemente absoluta forma de obrar puede o podría estar supeditada a incluso a aquellas bifurcaciones sobre las que tiene efecto. Entonces, puede ser que el destino no es el mismo para el yo en este mundo que para el que habita en el que soy un vendedor de zapatos. Claro, el otro día mirando la tv me puse a pensar que sería extraordinario que en todo universo posible yo fuera un entusiasta de las tan cacareadas letras, que trataría de llevarle mi voz a los que me rodean, fuesen pocos o no, y que volcaría mi mente y mis vivencias en un espacio como éste. Pero no. Es tan sencillo como lo que mencioné arriba acerca de Neil Armstrong. En algún lugar soy un tipo en silla de ruedas desde los quince años, en otro vivo en China y soy un funcionario en una empresa de la realeza del PCCh, en otro soy un terapeuta con serios problemas para expresar sus sentimientos, y en muchos otros no soy más que polvo, descansando junto a mi abuelo en un solitario panteón, clausurado por rencillas con el gobierno.

Mientras en algún lugar del sistema solar se mira una foto de Neil Armstrong bañado en lágrimas después de haber caminado en la Luna, yo tomo un sorbo de agua, y termino esta estúpida entrada.

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