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3.5.14

Matilo 5

La vida tal cual en un universo tan vasto como éste, está llena de eventos brumosos, imprevisibles, y uno a veces siente como el poco control que se tiene se esfuma en un tris. Matilo Asdrúbal se enteró de ello hace mucho tiempo. Hay mucho todavía por contar acerca de su vida: aquel viaje fuera de control por Europa, aquella visita al bar de siempre que terminó en balacera horrenda, el día que conoció al amor de su vida, la pequeña que adoptó después de encontrarla en la acera frente al edificio donde vivió por tanto tiempo... Mas hoy todo gira alrededor de la fecha en la que encontró la paz. Este hombre, a quien le pasó de todo en tan poco tiempo, tan poco comparado con la edad de las estrellas, estaba sentado en el pórtico de su casa a los ochenta y ocho años de edad, comiendo un pequeño vaso de helado de vainilla, cuando aparcó frente a él aquel endemoniado auto negro que llevaba tanto sin ver. Al principio pensó que era ese vecino que cada año se compraba un auto deportivo nuevo, y que ritualmente se pavoneaba frente al vecindario para ensanchar su ego mientras ruidosamente mostraba la potencia del motor, pero el cuervo pintado en el cofre le dejó saber que era alguien más. El conductor lo miraba fijamente detrás de un par de lentes de cristales ahumados. Cuando Matilo levantó la mano para saludarle, el hombre salió del coche y se dirigió a él. Sabes, fue muy difícil salir de casa esta mañana para hacer esta visita, le dijo el hombre mientras se sentaba en la banca de nogal en el pórtico. Tal vez tú has tomado con resignación este día, tú tan acostumbrado a verme llegar a tu casa para pedirte un favor y hacerme una tonelada de preguntas mientras te llevo a donde sea que te necesite. Creí que tu familiaridad con mi triste negocio haría de este viaje lo más fácil del mundo. Sin embargo, debo decirte que te he tomado este tipo de cariño que no sentía desde hace mucho. Camino acá venía pensando en cómo le tomabas la mano a tu primo a la vez que le decías a qué habías venido y que no tuviera miedo. Es sólo una persona y es sólo una vida, me dije. Ahora lo entiendo. Matilo lo tomó del hombro y sonrió. Muchas veces, dijo, pensé que vivir así, con tanta cosa tan inesperada, de forma tan atrabancada, era una maldición. Busqué respuesta en bastantes lados, queriendo saber qué había hecho para ser así. Algún día incluso se lo confesé al párroco del rumbo. Lo único lógico que alguien me pudo decir fue que no podría ser de otra manera. Uno no escoge su destino, sus seres queridos, sus accidentes, ni siquiera sus logros. Si hubiese podido escoger algo, habría sido el momento de irme y cómo hacerlo. Pero, ¿sabes?, esto no está nada mal. El hombre de las gafas ahumadas era el que sonreía ahora. ¿Duele?, preguntó Matilo. En lo más mínimo, contesto el otro. Pensé en buscar a alguien que pudiera abrazarte antes del fin, que te diera ese candor que le diste a tantos, y no se me ocurrió nadie porque decidí guardarlo para mí. Matilo y el hombre se abrazaron mientras éste le decía que le contara lo más hermoso que jamás había visto. Sus ojos, dijo el viejo, sus ojos tan vastos y hermosos como una galaxia entera.

21.4.14

Sonso

Podría decir que todos conocemos la triste historia de aquel viajero que buscando aquello que superficialmente se llegó a llamar "el tesoro más grande jamás recaudado", se dio de bruces contra la vacuidad no de su avaricia, sino de su estupidez. Vi Mal creció rodeado de pléyade de fanfarrones que en muchas ocasiones abusaron de las vastas reuniones familiares de los domingos por la tarde para alardear acerca de los hallazgos que lograron. Atrevo usar "fanfarrones" porque esta lengua tan común como en la que escribo no abarca la profundidad y precisión con que el término "ybilyix" describe a los miembros de la familia de Vi. Tal palabra no sólo los insulta, sino los encasilla, los restituye, los apapacha con una canastilla de chocolates wilfrianos, para al final mandarlos al culo del universo conocido. Así que el joven Mal escuchó hasta el hartazgo cuentos de aventura que le llenaron la mente de hambre de gloria, por lo que decidió que no sería un amateur de la exploración, y sería el primer profesional del pasatiempo familiar. Vale decir que buscando honrar a su vicevicevicevicevicetatara abuelo, se clavó en los libros de historia exploratoria de la universidad de Segmur Gogomer Rogbur, escuela que logró tener un precio de admisión tan desproporcionado dado su gran prestigio que comenzó a cobrar de cero una vez más al haber sido imposible contar más allá de los nueve mil novecientos noventa y nueve pelillones que llegaron a percibir por semestre, y amargamente descubrió que aquel que había iniciado su familia después de un loable incidente con una bestia Bq y la honrosa compra de un apellido deshonroso sólo había logrado encontrar el baño de su casa seis de siete noches a la semana, y descifrar la cerradura de éste cinco de las mismas seis, esto último no sin sufrimiento. Vi Mal resolvió ahondar en la completa historia de exploración de su familia, y lleno de horror y de frustración descubrió que todo cuento dicho en aquellas reuniones eran la exageración de singulares pero insignificantes logros. Cualquiera de ustedes podrá preguntarse cómo encontró los malogrados logros de sus parientes en un libro de una universidad de tanta alcurnia, como aquel descubrimiento de un paquete de papel sanitario perdido en el techo de la casa del tatara abuelo de Vi, el cual este hombre contaba como el hallazgo del cargamento perdido de diez mil millones de rollos de papel sanitario entre Gramula Alfa y Gramula Beta cuando una banda de piratas malecheros los asaltó para ver la cara que ponían ya que era un inofensivo cargamento, mas cabe hacer memoria que la máxima autoridad en exploración, la NGS, se embarcó en la tarea seria de hacer un tomo de su prestigiosa enciclopedia acerca de los embustes a través de la historia, en el cual la familia Mal contaba con un indecoroso lugar. Lo que el libro y la misma NGS no sabían es que tal grupo de exploradores era más que una sarta de papanatas. Vi, depués de bajar el libro, salir azotando puertas y dar como tantos pasos tener dos piernas le permitieron al caminar a casa, gritoneó a su padre que no podía creer la deshonra que ahora le amargaba el corazón, que su pasado no valía nada, que ahora más que nunca buscaría ser lo que todos sus ancestros no habían logrado ser. Su padre simplemente sonrió y le dijo que si esperaba un año más conocería el más grande logro familiar, y se sentiría honrado de llevar el nombre que tenía, contra lo que Vi despotricó lanzando un vasito de helado de mixxmallïon al rostro de su progenitor. Se largó de casa con nada más que su vasta cartera, y el primer lugar al que decidió acudir fue la NGS a preguntar ligeramente cual era el mayor misterio en sus anales, a lo que el chico del mostrador respondió que desde hace doscientas generaciones una banda de origen desconocido se dedicaba a descubrir antes que la Sociedad cualquier tesoro de la cultura Ggezz que estuviera cerca de encontrarse. La banda hacía siempre la misma jugarreta a la Sociedad, dejándoles un pedazo de papel que decía, Gracias, pero nos hemos adelantado. Atentamente, Pior. La Sociedad tomó desde un inicio el reto de no perder jamás otro hallazgo de tal cultura, además de darse a la tarea de encontrar el escondite donde se amasaba aquella fortuna de múltiples robos, lugar que les constaba existía ya que en una nota de cuatrocientos cincuenta y ocho años atrás se leía, -Estos palurdos no saben que llevamos todos los tesoros a la misma caverna. ¡Ups!, tal vez no debí haber escrito eso, ni esto. Vi platicó largamente con el chico del mostrador, inquiriendo acerca de todo detalle que pudiera acercarle a una respuesta. Después de pasar con él el resto del día, el autodeclarado huérfano partió al hotel más cercano, buscó en la red dónde comprar equipo de exploración de cuevas, cavernas y cañones, y gracias a una de las más grotescas situaciones, dio con el aparente escondite de la banda de saqueadores. Ahora, hay que considerar que lo siguiente no es de manera un deus ex machina que le hará la vida más simple tanto a Vi Mal como al narrador de esta historia, sino un evento que se basa en el tan cacareado sexto sentido. Verán, Vi desde pequeño se guió por lo que sus corazonadas le decían. Por lo tanto, siempre pensó que tenía el corazón de un explorador, y que tal cualidad lo llevaría a la cima de su familia, descubriendo lo inimaginable y estirando el entendimiento y conocimiento de la historia de la galaxia. Todo esto suena cursi en demasía, pero tenemos que considerar que era un simple niño. Volviendo al tiempo inicial de este relato, notar un portal llamado Pior-Coleccionadores de arte Ggezz, el cual estaba vacío salvo por una nota que contaba que la gran mayoría de tal arte muy posiblemente había desaparecido por siempre gracias al vandalismo de unos cuantos, le lleno el corazón de sospecha ya que era muy difícil que alguien fuera de la NGS y las autoridades pertinentes conociera el nombre del firmante de las notas. Parecía obviamente muy arriesgado que si ese era en realidad el portal de la banda, se atreviesen a poner su dirección en la red. Sin embargo, la lógica dictaba que algo tan a la vista de todos podría ser completamente ignorado porque no podrían ser tan tontos los dirigentes de la banda. Así que, equipo y dinero en mano, el joven Mal se lanzó a la búsqueda de aquel lugar. Podría contarles el sinfín de problemas que encontró en el camino para llegar a la caverna en la que aparentemente se encontraban los cuarteles de los Coleccionadores Pior, mas se hace tarde y tengo ya deseos de dormir, por lo que me saltaré el detalle y me iré directo a lo escalofriante de lo que halló en la cueva. Las puertas de las aparentes oficinas de Pior se hallaban llenas de hielo y herrumbre, blancas y rojas a las vez, despidiendo un olor infernal a humedad y corrosión. A pesar del aspecto abandonado del lugar, Vi se acercó al intercomunicador y presionó el botón. Una suave voz robótica le respondió, Gracias por su visita a Pior-Coleccionadores de arte Ggezz. En este momento no podemos atenderle ya que nuestras arcas se encuentran vacías, por lo que todos nuestros ejecutivos se han suicidado, y no contamos con personal alguno que pueda atenderlo como se merece. Por favor, contáctenos vía eléctronica en un par de años para concertar una cita. Por cierto, si eres tú, Vi, el que toca a esta puerta, puedo decirte que tu padre odia el helado de mixxmallïon por sobre todas las cosas, así que ni de chiste podrás saber lo que planeaba contarte. Gracias. Sobra decir que Vi Mal salió fúrico de la caverna.

Pd. Para una narración completa de los eventos acaecidos antes de la llegada a la caverna, favor de consultar la próxima entrada. Gracias.

Del PAM, aquel chico, y Radiohead

El problema con los peatones atolondrados es la pobre conciencia que de sí mismos tienen. Cuando cruzan cierta calle, una de aquellas con tránsito infame, las cuales no son todas pero sí muchas, los peatones hacen como si no viesen el automóvil que se les viene en las narices como pensando aquella proposición que dice que si ellos nos los ven a los coches, los conductores muy posiblemente tampoco los ven a ellos los peatones, así que son protegidos por cierto deje de invisibilidad e invulnerabilidad. Los autos se convierten, hasta cierto punto, en lo que Ford Prefect apunta como Problema de Alguien Más. Y digo hasta cierto punto porque lo que hacen aquellos peatones es una pobre ejecución de tal concepto. Si no lo veo, no está ahí, parece ser la idea. Mas todo esto implica mucho más que simplemente hacerse güey con lo que tiene uno a su alrededor. Vaya, que ignore la puerta que machuca mi dedo mientras el alegre hijo de mi hermana la azota sin cesar no quiere decir que mi dedo no quedará hecho añicos; ni que al ignorar a la mujer que temo algún día pudiera romperme el corazón, dejaré de sentir este amor que me invade. Vaya, ignorar no implica que aquello cesará de ser. Alguna vez me sucedió que la novia de mi mejor amigo se enfureció conmigo por el simple hecho de yo haber criticado el color y material de sus carísimas sandalias ‒créanme cuando digo que la piel de lagarto pintada color papaya no es de lo más encomiable. El caso es que ella, cual persona de dos años con quien juegas a desaparecer cuando uno se tapa los ojos y pregunta dónde está tal o cual para después destaparlos y exclamar que ahí está, evitaba la parte de la mesa donde estaba yo, pretendía no escuchar mis preguntas hasta que su novio las parafraseaba para ella, y pedía dos en vez de tres de lo que fuera que ordenaba. Supongo que si yo no existía, mi sandez tampoco, y así no se sentía mal por su mal gusto. Aunque debo decir que el simple hecho de forzar no voltear hacia el punto en el espacio que yo ocupaba era suficiente para reconocer mi ser. Íñigo Ordóñez en alguna ocasión publicó que la torpeza al ejecutar el Problema de Alguien Más puede tener graves consecuencias, como que le sorrajen a alguien la botella de licor más próxima en la cabeza, como que ciertos dientes al verse en un desagradable encuentro con un puño se vayan por los suelos, como aceptar una labor poco grata por el qué dirán, o como dispararse en un pie con tal de escapar de una situación poco grata ‒entiéndase que, mayormente, uno se refiere a la visita de la suegra. Mencionaba Íñigo sabiamente que la deficiente aplicación tiene generalmente que ver con el pobre entendimiento del ser y del estar. Burlándose de cierto hombre francés cuyo nombre no meteré aquí ya que tal lexema es ahora considerado una palabrota de pésimo gusto en la mayoría de los planetas habitados de la galaxia, el autor señala que uno es independientemente de la habilidad mental que se posea o de la cantidad de televisores que lo rodean, así que el secreto recae en aquello que cantaba Radiohead y que decía más o menos así, I'm not here, this isn't happening. Esto es, más que un asunto de existencia o de visión, es uno de cerrazón y negación exorbitantes, obliterando al mundo de tal manera que se flota etéreamente por un instante y lo que sea pueda joderle la existencia a uno es problema de alguien más.

Ahora, cuando hablo de Radiohead no me refiero al grupo terrícola de finales del siglo XX ‒aquí haré una pausa para hablar de la soberbia de los humanos y de lo relativo del tiempo. A pesar de los cuatro mil y medio millones de años de edad de la Tierra, la mayoría de los habitantes de tal planeta decidió que era una genial idea contar el tiempo enfadosa y arbitrariamente a partir de la muerte de cierto chico que a pesar de lo maravillosamente radical de sus enseñanzas, las cuales principalmente nos decían que era bueno ser bueno sin mirar a quien, fue clavado a un árbol por parlotear demasiado según decían los clérigos de cierta ciudad donde aquel chico pasaba sus días. Como siempre, a alguien se le ocurrió que aquel chico era sobrehumano porque tanta bondad era inhumana, pero inhumana era una palabreja muy mala, y sobrehumano sonaba mejor, pero para poder llamarlo así habría que tener una muy buena excusa, y qué mejor que decir que tal chico era divino, pero al estar de moda ser monoteísta, tal chico sería ni más ni menos el dios total en carne y hueso, aunque al ser prácticamente imposible que dios bajara a un lugar tan poco merecedor de toda su gloria, habría que inventarse el muy ingenioso hecho de que el chico de carne y hueso y nacido de una mujer común y corriente era el hijo del padre quien era el dios total y que ambos eran el mismo. Aquel de la idea la gritó a los cuatro vientos, y cuando aquellos que lo escuchaban se miraban los unos a los otros confundidos, aquel les espetaba que era un misterio de la fe, a lo que todos sonreían y exclamaban, ah, suspirando de alivio. El caso es que por allá del siglo XXV, una nave de forma esferoidal descendió en medio de Central Park en la ciudad de New New New York llevando al primer representante del gobierno pangaláctico que visitaba la Tierra. Éste fue llevado al edificio de las Naciones Unidas, que para ese entonces sólo eran cinco más una, para compartir la historia, logros y avances de la humanidad con tan distinguido visitante. Al escuchar el representante que los terrícolas calculaban el tiempo con base en cuánto tardaba el planeta en girar alrededor de su único sol, éste estalló en un ataque de risa que le provocó la muerte. No hubo otra visita del gobierno pangaláctico hasta doscientos años después, cuando Vyllyl Donxnxx atacó la Tierra para saquearla, cuasi exterminando a los seres humanos, y privando a los restantes de todos los aguacates habidos y por haber. Así que, en cierta manera, alguien podría decir que aquel simple chico fue de manera indirecta causante de la mayor desgracia en la historia del hombre, lo cual sería tremendamente obtuso. Ah... Volviendo al tema de Radiohead, no me refiero al grupo terrícola de finales del siglo XX, sino al cantante malatense, condecorado con los más altos honores en cientos de sistemas solares, y que alguna vez acudió a una de las tantas barbacoas que di en mi patio trasero. Mi hija le hizo un dibujo, el cual Radiohead lleva en el interior de uno de sus baúles de viaje. Tengo que agregar que siendo un enorme cantante, tiene muy mala conversación.

6.3.14

Matilo 4

Matilo, cual personaje de Traven y de los hermanos Grimm, ha conocido al diablo. La paleta sabor cereza que chupa lentamente no mengua el mal sabor de boca que le ha dejado la conversación, si así se le puede llamar, con la niña que se le acercó esta mañana en la alameda. El universo de verdad conspira contra mí, le escribió a ella en una última nota. La pequeñuela lo miro de forma seria y le contestó que algún día encontraría paz, pero que no sería hoy. Le regaló una flor de origami y se marchó dando pequeños brincos. ¿Paz? ¿Quién necesita paz cuando lo único que deseo es una explicación coherente de qué demonios me pasa?, pensaba. Su majestad infernal, como había pedido el diablo que le llamase entre carcajadas, nada más le dijo que había cosas que era mejor no conociese. Como lo que te pediré que hagas por mí, le dijo sonriendo maliciosamente. Veras, Matilo, en la casa de la esquina de la calle a la que vamos vive un hombre llamado Stuart, a quien te pido lleves el paquete que te voy a dar y que le instruyas que lo abra frente a ti sin mostrarte el contenido. Después regresarás, y sin preguntarme qué le he mandado me contarás cómo ha reaccionado. El hombre llamado Stuart al abrir el paquete no pudo más que suspirar, esgrimir una sonrisa de desencanto, y escribir un número de dieciseis dígitos con la frase "eres un puto ojete" debajo. El diablo, alguna vez le contó su abuela, es un ser retorcido que sólo busca descarrilar a la gente. Ni creas que le interesa poseyer tu alma, o que le sirvas allá abajo. Nada más quiere hacernos desatinar el muy cabrón, como esa vez que yo lo vi dándole mezcal a mi papá. Yo me quede dormida con él en su cama porque mi mamá se bía ido al otro pueblo a ver a su hermana, y yo quería abrazar a mi papá porque la estrañaba. Cuando eran como las doce, escuche una risa así como fea, como si un caballo se riyera y tosiera al mismo tiempo. Abrí los ojos poquito, y vi como una mano roja como carbones ardiendo le daba una jícara a mi papá, y él se la tomaba y le decía que le sirviera más, quesque sí se podia acabar la botella. Cuando por fin la mano dejó de pasarle la jícara, mi papá se secó la boca con la mano y preguntó que ahora qué, y la voz fea se rió y le dijo que iba tener la pior cruda de su vida, y mi papá nada más contestó, pinchi diablo ojete, y se durmió. Matilo no le creyó a su abuela. Vaya, había tenido ya un par de esos eventos desafortunados que poblarían su vida, pero que el diablo se le apareciese era otra cosa. Aunque, como jamás dejaría de corroborar, la realidad, o la versión de ésta que decidiera presentársele, siempre rebasa la percepción de uno. Vaya, ¿quién le habría dicho que el mandamás del inframundo se ponía al volante de un Volkswagen Sedán 1968? Majestad, ¿podría poner el radio? El traca-traca del motor me tiene aturdido, dijo Matilo. Hijo, si ardes en el infierno eso será lo único que escucharas, le contestó.

3.8.13

Matilo 3

Matilo Asdrúbal se encontraba en la silla de su oficina comiendo lentamente cacahuates japoneses y escuchando a Mogwai cuando sonó el teléfono. A diferencia de lo que él creía, no sería el tono del espinosaurio lo que llamaría su atención, sino la hermosa voz de Mahalia Jackson cantando Come Sunday accapella. Tan perdido estaba mirando la pantalla en la que escribía un entrada acerca de sí mismo en su blog que no le extrañó en lo más mínimo que una canción que no había subido a su celular sonara como el timbre estándar. Matilo no reconoció el número en pantalla, así que lanzó con desdén el teléfono sobre el libro verde sobre su escritorio. Pensó que era buena idea escuchar la canción que sonó del celular, así que buscó la canción en su reproductor y la tocó. Mientras la escuchaba e intentaba contar la historia de sí mismo sentado en su oficina comiendo cacahuates con Mogwai de fondo, el teléfono se escuchó una vez más. Reconoció las trompetas al principio de una canción de Edith Piaf. Non, je ne regrette rie, se dijo a la vez que tomaba el celular y lo descartaba a la vista del mismo número de hace un momento. Vale decir que tal canción se encontraba en la memoria del teléfono, mas asignada como la alarma de lunes a viernes a las cuatro y cuarenta de la mañana. Matilo siguió masticando los duros cacahuates, tronándolos con singular placer mientras buscaba el último disco que había conseguido de la Piaf. El teléfono comenzó a hacer ruido una vez más, ahora con What a wonderful world. Matilo, un poco enfadado, tomó la llamada. Escúchame cabrón, se escuchó desde el otro lado de la linea, cuando marco es porque hay algo que debo decir no importando si sabes quién demonios habla y si lo quieres escuchar. Esta tarde, después del trabajo, necesito que vayas a la esquina donde tomas el transporte público cada mañana y me esperes allí. Iré en un automóvil rojo, y cuando esté cerca te llamaré con el índice de la mano derecha. Sí, así como tú tan groseramente haces con tus empleados. No dudes en subirte porque dudo que quieras estar en llamas frente a tanta gente, ¿cierto? Esto último es prueba de que debes de tomarme en serio porque a nadie le has contado el temor que te da morir quemado, ¿no es verdad? Bueno, allá te veo, y no dudes en llevar una botella de agua porque hará calor. Sí, es buena idea que lleves esa con tapa deportiva que tienes sobre tu escritorio porque iremos rápido. Respecto a la entrada, deberías de escribir acerca de esta llamada. Te gusta la metaficción, ¿no? Supongo que tu primo el fan de Gainsbourg la encontraría graciosa, así que no lo dudes. Y por cierto, yo usaría el cover de Charade de Fantômas como tono de llamada definitivo. No es necesario que la subas al celular, ya está ahí junto con Come Sunday. Posdata, no uses punto y coma en este texto porque comenzarán a arderte las mejillas. Nos vemos. Matilo presionó el botón rojo de colgar mientras frenéticamente comprobaba que la canción de Duke Ellington y Mahalia Jackson estaba ya en la memoria.

27.5.13

Matilo 2

-¿A qué te refieres con que el universo conspira en tu contra?
-No lo sé... No sé siquiera si entiendo el significado de la frase. Pero, en algún lugar, en algún momento, muchas veces, he tenido que mirar hacia arriba para cerciorarme de que nadie me está mirando.
-Raro.
-Podrías multiplicar el significado y ejemplo más nauseabundo de esa palabra por 1,000,000,000,000,000,000 y te quedarías corto comparado con lo que me acongoja. ¿Has creído alguna vez que Dios, el que se te ocurra, te observa?
-Sólo que me escucha, y fue demasiado.
-Bueno, peor.
-Sentí culpa porque se me ha enseñado que comer de más cuando hay gente que no tiene bocado es suficiente para arder no sé dónde.
-El infierno. Eso de lo que te hablo es mucho peor.
-Es que tú no me has querido dar un ejemplo.
-Ok, pero quiero que sepas que espero no me trates distinto de como lo haces ahora porque no aguantaría a otra persona que me llame con sinónimos de idiota o loco.
-Dale pues.
-Era mi cumpleaños numero dieciocho, y contra todo pronóstico, fue un día soleado. Diecisiete veranos había vivido, y ningún cumpleaños que no pasara por agua. Mi madre hizo énfasis que por fin podría ponerle merengues a las piñatas, como siempre había querido, y que los adornos de papel de china resplandecerían en el jardín y no a la luz de los focos. Yo no quería ni piñatas ni papel de china, pero no hay quien pueda contradecir a mi madre, sobre todo después de la muerte de su padre. En fin, que por el jolgorio yo no estaba atento a nada, y de todas formas aunque lo hubiese estado, no habría hecho la gran diferencia.
-Todo conspira...
-Exacto. El tío Lebó llegó con sus perros como siempre, pero traía uno que jamás habíamos visto por el simple hecho de que lo acaba de encontrar buscando restos de comida en su basura. El hombre es muy duro con sus congéneres en general, pero no le pongas un perro de ojos tristes en frente porque le desquebrajas el corazón. El caso es que tal perro, Danger, estaba echado en patio, dormitando con total displicencia mientras todos los demás jugaban con mis sobrinitos. Llegó la hora del asador y la carne al por mayor, y supongo que aquí el condenado perro comenzó a despertar. Mi abuela me había traído un corte de su carnicería de confianza que había ordenado especialmente para mí. Por alguna extraña razón mi familia asocia las celebraciones con carne y merengue, y por eso el entusiasmo desencadenado de mi abuela por que yo comiese un pedazo de animal alimentado de no sé qué y traído de no sé dónde. Tomó cuarenta y cinco minutos la cocción de la carne aquella, y debo admitir que apestaba a gloria y triunfo todo aquello. El tío Bernabé se acercaba a mi mesa con el regalo prometido cuando aquel perrangucho de cuarta salió de la nada y se lo robó. El tío Lebó gritó como energúmeno, sin efecto alguno. Yo corrí detrás de él, le lanzé una piedra, le azuzé para que volviera, y él volteó para mover sus cejas, o lo que podríamos llamar cejas, de arriba a abajo en son de burla y, estoy seguro, sonrió.
-Hmm...
-¿Suficientemente raro?
-Sí.
-Cuando regresé a mí cuarto después de la fiesta vi una nota sobre mi cama que decía:

Matilo,

Has de estar fúrico por lo que acabo de hacer, pero te puedo decir que yo estaba destinado a ese trozo de carne. Ignoro por qué, e ignoro si tú lo sabes. Mas habrás de saber que has hecho muy feliz a este remedo de cachorro.

"Danger"

-Diantres...
-Creo que alguna vez lo vi de lejos, husmeando en la basura de la casa de alguien, y si era él, podría jurar que levantó las cejas, o lo que podríamos llamar cejas, y sonrió antes de echar a correr.
-De algo estoy seguro: Dios es un perro...

6.5.13

Matilo

Uno puede levantarse cualquier día de estos y pensar que el universo entero conspira en su contra debido a la infame cantidad de ocurrencias que uno llama "desafortunadas". Que si el café ya se enfrió, que si se olvidó un paquete en casa, que si tres autobuses chocaron el uno contra el otro contra el otro y contra uno de una forma un poco ridícula, etc... Aún así, no hay razón válida para decirlo, no si uno no se llama Matilo Asdrúbal, quien todas las mañanas al rasurarse se decía, "aquí vamos otra vez". Él, a pesar del miedo que proviene de la incertidumbre de su peculiar condición, cruzaba el umbral de su puerta no sin antes tomar una bocanada enorme de aire, como la que se necesita antes de brincar en paracaídas. Ahora, siento la necesidad de aclarar algo: Matilo vivió lo improbable de una y mil formas, sumido en lo extraordinario para el resto de la humanidad, porque sólo puede haber una persona a la vez que sufra la incomprensible ley de Moses, y porque aparentemente nadie que no sea él creerá sus palabras porque, aceptémoslo, es difícil de asimilar que alguien ha estado en un planeta llamado como una pequeña ciudad en el estado de Sinaloa. De cualquier manera, los más intrigante que le sucedió no fue ni ese viaje sideral, ni los dos en tiempo que le ocurrieron en sus veintes, sino un aparentemente insignificante evento a los trece años de edad. Encontrábase él en el jardín municipal cuando se asomó un perrito de las praderas mexicano, el cual emitió su característico ladrido de alarma, para después desaparecer en su hoyo. Esto Matilo no lo notó hasta que dio cuenta de que cinco perritos de la pradera hacían lo mismo: aparecer, mirar alrededor, ladrar, y desaparecer en su hoyo correspondiente. Pensó que la falta de sueño por la fiesta de cumpleaños de su mejor amigo la noche anterior le estaba jodiendo la mente, cuando se dio cuenta de que no eran cinco ya, más bien nueve, después trece, todos formando una cruz perfecta de arriba para abajo, y de derecha a izquierda. Volteó hacia todos lados, mas nadie parecía caer en cuenta de lo que ocurría. Cuando Matilo posó sus ojos una vez más en el parche de tierra frente a su banca, eran ya veinticinco animalillos, apareciéndose a intervalos cada vez más complejos por los cuarenta y nueve agujeros que habían cavado. El hombre se frotó los ojos, lleno de desasosiego, apretando los dientes. Abrió los ojos ante la ausencia de ladridos - se dijo a sí mismo, ¿han parado? Y de verdad lo habían hecho, aunque no por la razón que él esperaba. Los perritos le miraban fijamente. Estuvo a punto de lanzarles su sombrilla, de gruñirles como si fuera su pastor alemán, de salir trotando a la mayor velocidad que sus piernas le permitieran, pero nada de esto ocurrió ya que las criaturas comenzaron a menearse de un lado a otro, moviendo la cabeza de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, a la par que tarareaban algo que le parecía familiar. Esta hipnotizado por el bamboleo y el canto, sonriendo progresivamente más ante la feliz ocurrencia, hasta que descubrió la pieza que escuchaba. No pudo contener el llanto ante la imagen de su abuelo escuchando esa canción constantemente, así que ocultó su rostro en sus brazos y manos, y sollozó hasta la última nota. Los perritos de las praderas no estaban ahí cuando levanto la mirada al final de la pieza. Tomó su periódico y se marchó a casa. Evitó cualquier pensamiento acerca de lo sucedido aferrándose a las noticias del día. Bajó del autobús, sacó las llaves, y contó los pasos desde la acera hasta la puerta en voz alta, masticando los números como si fuese la última vez que los escucharía. Pegada al picaporte de la puerta del apartamento había una nota con lo siguiente:

Si sólo me recuerdas en el llanto, no te buscaré otra vez. Yo también te extraño.

Basta decir que jamás volvió a ese jardín, ni escuchó Love and Kisses de Ella Fitzgerald a pesar de tener en el corazón algo que le aconsejaba lo contrario.

14.2.13

Línea

¿Se puede crear poesía no importando quién se es? Sa Meng Unlabar ha sido descrito como el hombre capaz de hacer temblar la tierra en cualquier mundo de cualquier universo, de arrancar a todo ser pensante de su realidad para ahogarlo en aire azorado de esencias dulces y después botarlo en los altos pastos de cualquier mundo que no sea el suyo. Así es su poesía, y así debería ser la poesía en general. El tema, el número de líneas, el ritmo, la cadencia, las palabras que usen, no importan tanto como las imágenes. Si alma y forma hubiesen fornicado alguna vez, habrían engendrado a Sa Meng, dijo alguna vez su mejor amigo. Fornicar. La furia de Sa Meng no podría tener representación más salvaje que el sexo sin ataduras, entre dos seres imposibles, extraños mutuos, que se conocieron mientras lanzaban cerillas encendidas a la acera de enfrente, quienes nunca se vieron otra vez ya que él fue lanzado a la guerra, y ella se perdió en credo alguno. Unlabar se enteró de todo esto por accidente, de forma improbable, a los 11 años de edad. Un cliché, se dijo de forma alguna a sí mismo. La vida es un gran cliché por sí misma. Largamente pensó en cómo él, soñador causal sin otra cosa por hacer, podría aliviar al universo. O al menos tratar de no pensar en lo terrible de su origen. El del mundo, el suyo, el de todos. Poesía. Sabía de alguna manera que en la montaña contigua a su pueblo habitaba un asceta que todo lo sabía respecto a las letras. Él me contará sus secretos, y yo le cantaré a la vida. Partió la mañana siguiente, y su andar entrecortado ayudado de un bastón de cáñamo no fue visto por al menos 22 años. Cuando regresó, lo hizo en un tipo de carreta jalada por dos bueyes de pelo cobrizo, manejado por aquel amigo que hemos mencionado. Juntó a los habitantes del pueblo en la plaza central al medio día, y de forma que escapa a la razón común, cantó. El valle se llenó de belleza. Nadie pudo mantenerse de pie. Los animales azorados sentían el alma de Sa Meng Unlabar alcanzar la suya. Pirotecnia existencial, se dijo de aquel día alguna vez. Terminó. Sonrió. Agradeció a la gente tocando su sombrero e inclinando su cabeza un ápice. Y así el bardo sordomudo de nacimiento, y quien perdió los ojos en un accidente a los 2 años de edad, se marchó para cantarle al resto del mundo. Poesía.

5.2.13

Pizza

Es por todos conocida la proeza de Ssado-Ul Aa Mg de haber creado un universo ficticio tan vasto como el real, completamente basado en los torpes andares de una raza no demasiado distinta a la nuestra fisiológicamente hablando. Me atrevo a decir que algo de lo que más atrajo atención fue el usar el sistema de nombramiento de cada planeta en un sistema estelar para crear el alfabeto de la sola civilización que todo aquel que haya leído los 149 tomos de la historia de Erde se atrevería a llamar sabia. Como toda civilización que se adelanta a su tiempo, fueron sometidos a la voluntad de aquellos que a pesar de ser torpes con las letras no trastabillaban en meterle una lanza por el vientre a los que hicieran obvia su torpeza. Soy tan hábil con las letras como lo es un ave con la producción del vino, se decían los conquistadores, yo lo sé, tú lo sabes, y la historia nunca lo dejará de saber, así que, ¿para qué ponerme en ridículo de forma tan grosera? Tal elucubración generalmente terminaba en el destace de cierta cantidad de conquistados. Como dato curioso, aquella cultura exportó una gran cantidad de ideas y filosofías al futuro de la especie, y se les citaba como grandiosa cuna de sabiduría. Sin embargo, rara vez se le tomó en serio y, qué irónico, cuando el fin de los días llegó y dios le preguntó a los últimos de aquellos humanoides qué impresión de la vida tenían, cualquier línea de cualquier obra de aquellos olvidados (de entre ellos, sólo Eneas me viene a la cabeza) le habría parecido apropiada a dios, y les habría permitido disfrutar la vida eterna. En cambio, el hombre que fue elegido para proferir la respuesta dijo, somos tus siervos, y cualquier camino que hayas elegido para nosotros lo abrazamos humildemente. Dios lo tomó con poco humor, y los destinó a sacarle brillo a una cantidad insana de manzanas.

Ahora, Yatssis Úpsilon ha pasado a la historia por una pequeña razón que no tiene nada que ver con su clima tropical y con ser el único planeta habitado en su sistema. Todo mundo sabe que no es posible que haya vida no bacteriológica en el vigésimo planeta de sistema alguno, pero la razón por la que es así llamado es tan estúpida como el credo de los aghgogianos quienes claman que todas la estrellas en el universo son óvulos dejados por un pez aghgogiheghguciano, el cual vive 1,000,000,000,000,000,001 años, y del que sólo puede haber uno a la vez, entonces estamos en la cuasi eterna espera por el pez aghgogiheghguciano que los fecunde. De cualquier forma, cuando Ungbahr Bubattlaaghgogihegh, vicerregente del sector  8-29-303 pisó el quinto planeta del sistema Yatssis para bautizarlo y darle un lugar en el Gobierno Galáctico, él se encontraba un poco ebrio, poniéndolo de manera elegante ya que en realidad se encontraba tan estúpidamente borracho como toda la flota Aarr del planeta Na Beta cuando lograron abrir las miles de botellas de alcohol destilado de ghrunbahr que alguien por error mandó a su planeta después de haber consumido una cantidad ridícula de tal alcohol para celebrar la consecución de la apertura de tales botellas que el empleado postal olvidó en el pórtico de su casa después de haber bebido de ese alcohol el cual robó y el cual no pudo abrir hasta ya entrada la noche. Desviándose un poco del tema, los naianos tenían prohibido tomar algo que no fuera agua del manantial Aarr en la gran ciudad de Aarr regida por el supremo comandante Aarr, quien curiosamente se tambaleaba al andar al salir de su estancia en la cual se encerraba por horas con tres de sus cortesanas. La noche en que llegó aquel cargamento de felicidad embotellada, la revolución estalló y está de sobra decir que el supremo comandante fue encadenado a la gran montaña Aarr donde se le conectó a la gran máquina Aarr de la vida perpetua, y no murió hasta el fin de los días. El caso es que Ungbahr Bubattlaaghgogihegh, habiendo reprobado su curso de cosmogonía participativa, nombró al planeta como Úpsilon a pesar de la cantidad de tirones de ropa que su asistente y consorte le dio. Al enterarse el regente de aquel sector, quien generalmente sólo se ocupaba del mantenimiento de las redes acuíferas e informáticas de los sistemas de su sector mientras se duchaba por la mañana, intentó por todos los medios enmendar el error del otro, mas un extraño envío de miles de botellas de alcohol destilado de ghrunbah saboteó la votación a favor del cambio de nombre.

Ahora, el explorador Is Isisis se propuso escalar la gran montaña Aarr con nada más que un tanque de oxígeno y un par de tenis deportivos. La proeza parecía imposible ya que los insectos sodiarios de aquel lugar devoran cualquier tipo de carne expuesta al aire libre, pero Is tenía un plan. Su primo era desarrollador del primer circuito de sodio capaz de transmitir señales televisivas a cualquier sistema nervioso por primitivo que este fuera. Así cargado de tremenda cantidad de costales de sales circuitales, Is distrajo a la marabunta con una transmisión especial desde el sepelio del gran artista conceptual Bollock. Al llegar a la cima, la curiosidad hizo mella en él y se dirigió a la gran máquina Aarr de la vida perpetua. Vio reyes, contadores, esposos infieles, vendedores de crédito, electroquímicobiólogos, cantantes de ducha y militares desertores; pero en el lugar del supremo comandante Aarr encontró una pizza y una nota que decía, garr o trryu batel - regreso en 5, en lengua común.

Ficción

Sggfroida Luuqfrel cobró gran notoriedad a los 137 años vascardianos cuando pudo descubrir el secreto más grande de la psique de cualquier humanoide que haya crecido inmerso en la tecnología: el pantano es el lugar en el que inconscientemente deseamos vivir. Tan de buenas se levanto el día de su descubrimiento que no sólo ideó 1, sino 3 principios que rigen tal deseo reprimido. La escuela rival de los Luuqfrelianos argüía que uno busca la cercanía del mar para construir el hogar ideal (lo que sea que eso quiera decir), y que el fango distaba demasiado de ser idóneo. Claro, según el consenso general entre los estudiantes contemporáneos de la psicología, tal escuela estaba llena de ignaros románticos, y que si bien la costa era el sueño del hombre promedio, el fango era una mejor representación de la realidad. No sobra mencionar que aquella escuela fue carbonizada en un escueto accidente culinario propiciado por el romanticismo de la carne de ttnebo a la madera. Volviendo al tema, los 3 principios antes mencionados son: a) si bien es 99.99% factible que todo ser humanoide tiene un ancestro que en cierto momento de su historia vivió en el mar, seguramente el primero que pudo cambiar de depender de uno de los 987 elementos descubiertos en uno de los 147 estados de la materia a otro, se arrastró por el fango de un manglar o del delta de un río de forma trabajosa, lo cual contrasta demasiado con la siempre elegantemente estúpida visión de alguien sacudiéndose  la arena mientras dice de forma soslayada, ¡uff, qué viaje! b) se diga lo que se diga, el hombre necesita vivir en un lugar escasamente idílico para poder desear los cielos de forma plena. Esto es, ¿cómo voy a desear un muladar como la gracia eterna si habito a un lado de mar, bañado en brisa y arropado por el sol hasta el fin de los días mientras escucho música alegre?, se escucho decir al primer profeta de la fe oficial de la galaxia antes de escapar en un bote savvyano clase C con un par de chicas de largo cabello. c) los emparedados que se logran preparar con gilgyei son tan suculentos como uno recuerda era la comida que la abuela ceremoniosamente preparó cada domingo antes de desaparecer en un bote savvyano clase C. Luuqfrel alcanzó fama académica inconmensurable ya que al haber bastantes mundos recientemente descubiertos y por consecuencia instruidos en el credo oficial, la cantidad de gente que busca el obtuso calor de la psicología moderna después de llegar a aborrecer la infelicidad que destila de las insufribles bobadas de tal credo llegó a los millones. El psicólogo pudo finalmente costear una casa al lado del mar en Escuinapa Gamma, lejos, muy muy lejos de cualquier clínica en el sector médico de aquel brazo de la galaxia.

Escuinapa Delta es altamente recordada por ser la cuna de Ssado-Ul Aa Mg, bardo intransigente y poseedor de una imaginación tan conspicua como la de un trillón de bestias Bq puestas juntas (cabe hacer paréntesis y mencionar la falta de mofa en esta comparación: las bestias Bq son los seres vivos más imaginativos que jamás han existido, aunque pocos lo saben ya que nunca desarrollaron un sistema que les permitiera escribir con semejantes pezuñas, y han sido convertidas en infravalorados animales de carga como todos tristemente sabemos). Aa Mg es adorado literalmente en su sistema natal ya que tuvo la muchas veces grandiosa idea de incluir el nombre de su estrella en su grandiosa novela; y lo más encomiable fue no sólo eso, sino escogerlo para un lugar apacible y despejado, lleno de gente sonriente poco atareada con la vulgaridad de la vida en cualquier megaciudad. Obviamente el nombre se convirtió en vórtice donde se fundían ficción y realidad, y todo catedrático de tatrametraliteratura orgulloso de su título estudió el uso de tal nombre. Lo maravilloso de todo esto es que Aa Mg creó un sinfín de lugares, personas, animales, plantas, sentimientos y situaciones para poblar aquel planeta ficticio al que sin más bautizó como Erde, además de tener éxito cubriendo cada una de las cinco corrientes tatrametraliterarias de aquel entonces. Claro, la obcecomedia fue lo más destacado y popular gracias a las peculiares costumbres de los habitantes del falso planeta (como sentirse ofendidos por una ridículamente vasta cantidad de cosas ridículas, como sentirse los enviados de tal o cual dios, como comprar estatus, o como arreglarse para ir al centro deportivo), pero el soddrama con el que salpicó a su creación atrajo miles de cientos de miradas de críticos de nariz altiva quienes literalmente aplaudieron su obra de 149 tomos. Las experiencias cotidianas en ese planeta rayaban en lo oscuro de acuerdo a los Luuqfrelianos ya que pocas veces se ha visto el instinto de autoextinción de aquellos erdeanos. Vaya, hemos escuchado de planetas que se tunden hasta el exterminio de formas brutales o sofisticadas, pero, ¿matarse entre naciones por cuánto se mueve a la izquierda o la derecha una línea imaginaria, o por la deidad preferida de uno quien tal vez toma el té con todas las demás cada tarde? En estos tiempos, alguien como Adolf, Ruhollah, o Benjamin es imposible; y alguien que busca implosionar tales espacios lo es aún más. Se podría mencionar la cascada de personajes obtusos e infames que pueblan aquella verdiazul esfera, pero tanta mala leche de un sentón es poco recomendable. No es necesario haber leído la historia del planeta para perder la razón; todo fue tan bien diseñado por el autor que la combinación de sonidos de cada uno de los nombres le hiela al lector el alma y le carcome la razón. De cualquier manera, Yvvngha Lark, alto psicotra de los Luuqfrelianos, le nombró como manual de todo lo que la galaxia debe evitar para sobrevivir, y de todo lo que cualquier ser hasta cierto punto pensante debe saltarse para no atragantarse con el desayuno. Debo mencionar que el detalle de tal lugar ha hecho a algunos pensar que no es ficción, y que esa raza tan primitiva y graciosa vive sus desventuras en el polo opuesto de la galaxia. Por supuesto, otros piensan que algo tan patético es imposible, y que Ssado-Ul Aa Mg goza de una imaginación privilegiada. Aunque hay un hombre, Matilo Asdrúbal, quien jura haberlo visitado gracias a la infame conspiración del universo en su contra.

22.1.13

Trópico

Lo que muchos verían como una bendición, algunos otros lo podrían percibir como una constante ola de felicidad que acaba por arruinarle a uno la sonrisa. Yatssis Úpsilon se encuentra a 0.89 UAs de su sol, lo cual aunado a la inclinación de su eje de rotación, la composición de su atmósfera, y el berrinche de un caprichoso dios en el cual ya pocos creían dado el siempre previsible resultado de aquella ecuación que predice que ninguna deidad se salva de pasar de moda, dota al planeta de un envidiable clima tropical; es siempre verano allá, y las oleadas de reservaciones nunca paran. Ha de ser maravilloso vivir aquí, se escucha decir a los turistas cada vez que parte uno de los cientos de jets interestelares clase A que día a día alejan a los oficinistas de su sueño terrenal. Los nativos sonríen, para después rascarse la sien y murmurar, Gxetsensella, el cual es el mayor insulto posible en aquel cuadrante de la galaxia. Hay canto, risas y gran jolgorio en el puerto espacial, sobre todo en el área de llegadas; al arrivar se le da a cada visitante una canasta de dulces típicos yatssianos, y cuando se marcha se le obsequia una pluma del ave representativa del planeta, el  yatssatross de la isla de Quail, pluma que mide un Qu'ul (el equivalente a un metro y veinticuatro centímetros aproximadamente). En un principio, los empleados del gran entramado turístico aceptaban cada bemol de su trabajo con una filosofía como, ¡qué diablos! vivimos en un paraíso, ¡qué importa una sonrisa más!, mientras la señora Ubbax de Vascardia Gamma se quejaba del no poder introducir sus tan adoradas frutas preferidas al planeta, o el señor Geethllol de Pi Beta se les insinuaba de forma chiclosa a cada uno de los seres en el mostrador; ellos habitaban en el cielo vuelto playa, y todos aparentemente les envidiaban. Sin embargo, la repetición provoca tedio, el tedio engendra aburrimiento, el aburrimiento transforma al tiempo en mero trámite, el trámite en cualquier rincón de galaxia crea burocracia intangiblemente insípida y malevolamente infeliz. Así que, después de una larga deliberación en pro del sustento que era la inacabable cantidad de recomendaciones para visitar el quinto planeta del sistema Yatssis, los dirigentes de aquel oasis aprobaron la alteración permanente de la genética de sus coterráneos para que la mueca que acostumbra representar felicidad no dejara sus rostros.

La geografía general de Yatssis Úpsilon consiste de un mar verde azulado en 76.3% de su superficie, con 22.5% de islas alrededor del ecuador, y 1.2% en los casquetes polares cubiertos de hielo sólido y glaciares, los cuales contrario a lo que el turista promedio podría pensar, son el destino deseado por los 5,286,281,012 de personas que habitan en el mayor destino turístico del sector 8-29-303 de la galaxia. ¿Qué tiene de atractivo un panorama blanco hasta donde la vista alcanza y temperaturas entre los -15° C y los 7° C cuando hay playas de arena de color verdoso en cada isla, donde te ofrecen bebidas heladas como en ningun otro lugar y sonrisas por doquier?, dijo con sorpresa el novel vicerregente del sector la primera vez que los visitó. Cambio, tal vez, contestó el presidente del planeta, no sin un deje de desdén. Verá, vicerregente Yyx, la novedad nunca está a la vista, dijo el presidente al incrédulo político. La carne de ugbuey tiene un sabor nauseabundo no importando que tan gourmet uno pueda pretender ser, pero uno acaba cansándose del suave aroma del gengen acompañado de pan de quailer, añadió. Y vaya que tenía razón.

En el año 3405.8 de la época 3 del gobierno galáctico, el explorador Etssosi Brex, cansado de delinear por quinta vez los litorales de la isla capital, decidió explorar el rincón más inhóspito del casquete sur, la caverna Yatssatross Vullar, acompañado de 20 hombres y 20 bestias Bq, las cuales ante la escasez de la yerba por la cual fueron traídas ya que tal planta evitaba la explotación agricultural de las partes altas de las islas que no estaban destinadas a los resorts y a las viviendas de los trabajadores de tales resorts, fueron explotadas cual viles mulas. No volveré sin prueba de mi conquista, y no volveré sin saber por qué cada yatssatross hace una última parada en su viaje a la eternidad en ese lugar, dijo al partir. Y nunca volvió. Su más íntimo estudiante dijo que Brex murió cumpliendo un sueño: descubrir el mundo a sus pies, y que ahora seguro reía en la gracia eterna. Su madre en cambio sólo pudo decir, con tal cantidad de hartazgo que él sentía por la arena, lo último que podía intentar para zafarse de la náusea que siempre sintió era enterrarse en una cantidad estúpida de hielo sin importarle quién ciegamente lo siguiese. Aparentemente, ella dijo, mi hijo era un idiota egoísta.

Por extraño que parezca, la rueda no fue inventada en Yatssis Úpsilon, sino traída por la segunda oleada de extrayatssianos que pisaron el planeta. Sobra decir que ante la insolente cantidad de agua salada que rodeaba a los primeros pobladores, se buscó moldear las exxrapalmeras que ellos plantaron en la isla de Quail. Debemos aclarar que tales árboles no son ni de milagro nativos, sino que fueron traídos por el par de misioneros encomendados a convertir a los residentes a su religión. Lamentablemente, entre estos sólo se encontraban aves, peces, y mamíferos marinos quienes estaban muy poco interesados en ganarse la gloria eterna. ¡Qué diablos! vivimos en un paraíso, ¡qué importa una sonrisa más!, llegó a pensar un qcu'uncy una tarde de verano. El gobierno de Reggvlar Gamma, encargado de la difusión del credo oficial de la galaxia, contaba con la más patética serie de super computadoras de navegación y planeación espacial, así que la historia de dos de sus engendros varados en un planeta lleno de agua, islas y animales pero sin gente es harto creíble. Las exxrapalmeras tardan aproximadamente 124 años en crecer lo suficiente como para poder ser convertidas en canoas, mientras los reggvlianos, quienes se niegan rotundamente a tomar complementos aminotrartalactomínicos ya que el señor no los tomó, sólo llegan a los 70, y nuestros misioneros ya estaban entrados en los treintas. Haciendo las matemáticas, y considerando lo sensual que inicialmente puede parecer estar solo en un lugar atestado de calor tropical, el hombre y la mujer (mala decisión) se enredaron uno con el otro noche tras noche tras noche tras noche tras noche tras noche, y si bien no poblaron del todo la ahora capital del planeta, los 35 hijos que tuvieron los ayudaron a sentirse menos solos. Ya hemos mencionado que las super computadoras de Reggvlar Gamma son patéticas, así que poco debe de sorprendernos que un banco de memoria quemado provocara que medio mundo (la otra mitad estaba despoblada) olvidara que Lib Okkstrass y Gundre Yyx habían sido enviados allí. 1000 años después de la llegada de los misioneros al sistema Yatssis, una alarma del correo ethel de un oficinista del Registro Planetario de Misioneros para la Conservación de la Fe le avisó que no olvidara mandar provisiones a Lib y Gundre en el planeta Úpsilon de tal sistema, principalmente supresores de deseo. Al parecer, quien anotó para sí el recordatorio tuvo si no la mala fe, sí la mala suerte de capturar mal un dígito en el apartado de los miles. El oficinista dedico las siguientes 32 noches a investigar quiénes eran ellos, a dónde fueron asignados, por qué no había registro de la misión, y qué carajos habían estado haciendo todos estos años sin reportarse. Cuando el reporte de su investigación llego a manos de Su Excelencia Grrbn Mkktrl, Director de Misiones, este sólo pronunció, Bbben, que en lengua común significa, mira... El caso es que 3 naves reggvlianas acompañadas de 148 cazas estelares Meethlon clase A emprendieron la marcha al planeta al que nadie se le pudo ocurrir visitar para averiguar el qué carajos habían estado haciendo todos estos años sin reportarse. Fueron recibidos como deidades ante la falta de tecnología aeroespacial de los locales, ante la falta de ropa de moda de locales, y ante la pérdida de la memoria de sus orígenes por parte de los locales. Será acaso por eso que pocos ya recuerdan a dios en Yatssis Úpsilon. Será acaso también que el mar y la arena primero, y la somnolencia del mismo trabajo en el mismo clima todos los días de tu vida después tengan algo que ver. Está tal vez un poco de sobra mencionar que eventualmente el gobierno del vicerregente Ba Q del sector 8-29-303, quienes arrebataron el paraíso a la teocracia de Mkktrl con el tan banal truco de, ¿no es ese el Mesías en Vitvötl Delta?, impuso el negocio turístico y del esparcimiento a los entonces felices habitantes de Yatssis Úpsilon nada más pusieron pie en aquellos lares.