27.10.21

A oscuras

¿Quién dice que el destino
es cosa de cuentos?
¿Quién dice que morir
es cuestión de vivir?
Se detuvieron a observar
el árbol, el árbol rojo,
Se unieron y por supuesto
Jamás de desunieron.

¿Cómo es que eres una voz sólo y a la vez tan tangible? Cual tormenta a la distancia, tanto que no siento su brisa, ni lo terrible de sus truenos. Despierto torpemente siempre, balbuceando que quisiera estuvieses aquí, con lo de la otra noche apenas audible, causando que me funda en tus susurros. Y los días no son días, de aquellos mundanos, porque habitas en esa parte de mí que guarda los resquicios de tu voz. Y los días son días tachados en el calendario como si hubiese un día en el que te pueda volver a conocer. Tú decidiendo que tal vez deberías hablarme, saber qué hago, si llueve porque has dejado tu ropa a la intemperie secándose. Y yo te contesto, te digo sin sentidos, y te pregunto si me darías tu teléfono. Así cruzamos palabras de sol a sol, hasta que la noche se torna imposible.

Entre el silencio de mi casa y el mar que es tu risa decido que quisiera tenerte. Bañarme en tus pechos, perderme en tu sexo. Sentir el cielo oscuro de tu pelo. Temblar al probarte mientras rasgas mi cuerpo. Tu brisa en mi oído. Mi arder hasta desbocarme.

Me levanto a leer lo que he escrito anteriormente. Baladí. Tieso. ¿Por qué me empeño en hacerme creer que todo antes de ti ha sido real? Los fallos en mi memoria me han orillado. Bailaba hasta el hartazgo. Sentábame a escribir lo primero que me cruzaba, pretendiendo que alguien leía por encima de mi hombro. Dulce, parecían decir.

Hoy. Hoy me siento frente al computador a tratar de escribirte. Porque como decía Benedetti, te tengo y no te tengo. Tan tangible en mi pecho. Tan etérea por debajo de las cobijas. Soñé que te besaba y que no. Soñé que te ibas antes que llegaras. Que sonreías sin razón, y me mojabas con tu voz. Y que te cantaba al oído de mi cuarto al tuyo que el cielo está pintado con diez mil lunas.