23.10.13

Terraza

El clima es un poco frío el día de hoy. Hay huracán en la costa, dicen. La lluvia no cesa. Por cualquier parte de la ciudad se escucha el chisporroteo de las gotas castigando al pavimento mientras los autos le dan una última voz al agua que forma pequeños charcos en las avenidas. Las plantas y árboles sienten la caricia del cielo cuando son empapados en un día lluvioso. Un perro alegremente escondido debajo de un automóvil azul estira la lengua para beber del goteo de la defensa frontal. Los pájaros se apelmazan unos contra los otros para combatir el frío, y sus plumas se acomodan de tal forma que los pájaros dan la impresión de estar soriendo a pesar del clima. La gente corre a dónde sea porque por alguna extraña razón el agua que los toca de manera vertical los llena de algún miedo, y somos a veces tan tontos que creemos que correr es la solución. Nadie está hoy en la terraza. Las blancas sillas y mesas de este lugar están mojadas, inservibles se diría, con ceniceros llenos de agua hasta el tope en algunas. Sin embargo, la vista es la misma que en cualquier otro día: ahí está la interminable fila de edificios, distintos árboles salpicando las calles adyacentes, los cerros de verdes y marrones cimas, el vaivén del día de cientos de miles de personas que jamás conoceré yendo de un lado a otro y dándole un matiz distinto a la vida con sus sonrisas y sus alegrías y sus manos y sus creaciones y pasiones, y también con sus pesares. El mundo no se detiene porque las plantas no dejan de respirar, los pájaros no dejan de apretujarse, los perros no dejan de mirar la lluvia caer. Así que yo sigo sentado aquí, en una húmeda silla, bebiendo de una taza de café que es ya más agua que nada, y trato de acomodar todo el mundo que me quepa en la vista. Pienso en aquellos a quienes quiero, en las manos que me acarician y los labios que me tocan y los brazos que me toman, pienso en ella y en ellos y en los pequeños y en los viejos, en los colores que me han pintado todos los días, en ese vestido rojo, en la pantalla del televisor mostrando una película en domingo, en la calle en la que muchas veces me he sentado a hacer nada, en la música antes de dormir, en el olor del pan recién horneado, pienso en el sabor del mango y la cereza, en lo refrescante de una ducha fría, pienso en lo que no cabe en este texto porque el mundo no cabe en una hoja de papel, pienso en todo ello, y mientras veo este día frío pasar una sonrisa me nace en el rostro porque no podría ser de otra manera.

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