24.8.13

Idea

La idea pocas veces representa al objeto real. Se ha escrito que el hombre idealiza todo lo que se presente frente a sí. Poco se brinca esta proposición. Los días lluviosos se ven como nostalgia, como un plan arruinado, como catarsis, como el escenario perfecto para sonreírle a alguien, como motivo de mal humor. Las fresas se notan como algo delicioso, como un mal día en el sanitario, como felicidad en forma de algo engordador, como algo a evitar, como la prueba de que el amor existe. Los libros se piensan como algo imprescindible, como algo caro y estorboso, como fuente de la vida, como artilugio para crecer, como algo del pasado. Y así con la vida y sus vicisitudes, sus días y noches, su gente y su sueño, su sabor y su olor, su textura, su pesar, sus momentos malos y buenos y peores y mejores. La tonada que me hace sentir perdidamente enamorado puede ser el dolor de alguien más, y sus lágrimas pueden ser lo que riega el pasto en el parque. Lo real está detrás de una cortina gruesa que el ser humano ha tejido por años. Las estrellas lejanas son alimento de algo desconocido. Las hojas son cobija de un insecto perdido. La música es leyes físicas en concordancia. El corazón es un músculo. El alma es sólo 21 gramos menos. Yo lo percibo todo al revés. O al derecho. No estoy seguro de qué forma. Tal vez, muy tal vez todo lo siento real, tan real que se me incineran los nervios. Y que al final, la idea del resto de todo y de todos sea infame porque en nada se parece al mundo en el que vivo.

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