10.11.13

Oda

Si me voy a tumbar a la cama y cierro los ojos tu imagen me invade. Hoy se siente como el mundo gira para ti, para que habites en él, para que seas en él, y para que en ese mundo yo pueda amarte. Cierro los ojos y siento tu cuerpo junto al mío, tu cabello bañando mis manos, tu respiración eliminando cualquier sonido circundante, tus labios quemando los míos. Los abro y sé que no estás mas estás aquí. Las nubes allá afuera se detienen porque no quieren que el sol me lastime, que trepe por las paredes de mi edificio, entre por la ventana y haga arder este cuarto. Ten calma, me dicen, ten calma. Toma al tiempo del brazo y cuéntale lo que has hecho con ella los últimos cinco días, dile de aquella sensación en tu cuerpo cada vez que ella lo recorre con sus dedos, embriágalo si puedes con aquel amor tan sencillo y hermoso que viene de verla despertar y decirle hola mientras la tomas en tus brazos, me dicen. Así que lo siento conmigo al tiempo y le toco una canción acerca del sol y de ella, le murmuro acerca del olor de su piel antes de dormir, del color de sus ojos cuando viste de rojo, del tono de su voz cuando ríe mientras habla y habla mientras ríe, del poder su sonrisa. El tiempo me abraza y dice que el próximo encuentro está cerca, y yo me quedo en mi cuarto enrollado en las sábanas, pensando en ella. No dormiré y soñaré con ella, me digo, porque una realidad a su lado es más que mil sueños en los que me visite. Así que tomo un libro y me pierdo en él, mientras que mi corazón se acelera cuando tu recuerdo me acaricia el rostro, y yo pienso en ti a más no poder porque eres prueba fehaciente de todo lo bueno que el amor representa. 

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