11.5.13

Nora et James

Una caminata puede ser suficiente para saber no lo que se quiere, pero lo que se desea. Una mirada sin paragón que los arrastrará lejos con el viento, hacia lo impensable y lo imposible, y de la forma más inesperada ya que nadie se posa frente a los aparadores pensando encontrar algo. El inicio no es nada más que sí mismo, protomateria de un sinfín de texturas y aromas, causa cuántica de la conjugación de los hechos, semilla de un lazo indecible. Ahí, como consecuencia de una calamidad de circunstancias visibles e invisibles, el futuro echa a andar sin que aquellos lo sepan, claro. Y aunque lo supiesen, no les alcanzarían los brazos para medir el alcance de lo acontecido, porque, ¿quién lo sabe a ciencia cierta? Uno puede sentarse a esperar e ilusionarse, mas lo terrible de la causa y el efecto le desfigura a uno el cuadro frente a sí.

Pasan los días y pasan las horas, y ambos se sangrarán, y se mutilarán, y se escucharán y dirán cosas, se mandarán al carajo y se abrazarán apenados, se amarrarán desnudos, se mirarán en punto eterno que es el silencio, y no pensarán en el adiós. Así como la esperanza en la caja de Pandora, el marcharse para no mirar atrás yace en el fondo de la mente de los amantes, escondido tras la negación o la felicidad - que para muchos es lo mismo -, haciendo un nido de ramas de un árbol del maple, e incubando actos maliciosos. Y así pasan las horas y pasan los días, y los mensajes llueven y empapan a sus destinatarios. Hay afecto, seducción, empatía, deseo, cursilería, pornografía. Muy posiblemente las palabras son tímidas y no lo expresan fervorosamente, pero esa carga está ahí, esperando explotar cuando uno de ellos, o ambos, miren al piso y se digan, esto es absurdo porque no puedo más. Entonces chisporrotearán, y fundirán el mundo a su alrededor mientras el tiempo anda lento.

A pesar de choques contra las rocas, nado a contra corriente, falta de oxígeno en los pulmones, y algunas veces una noche fría, el prospecto de un mar tibio sobrepasa mucho, y ver al otro arremolinado en la penumbra hará que el uno quiera acercarse y no hacer nada más. Las borracheras de desolación, y de miedo absurdo de no tener identidad, o de demasiado sol en un día que se esperaba turbio, e incluso las de una mala noche por aquello de abrazar un "je ne sais pas" serán una verja muy corta como para evitar que uno mire el horizonte, donde las nubes toman tonos improbables de azul y rojo, y las aves llaman a casa. No es ser sostén de nada, sino enredar al otro en los brazos para mostrarle que el sonido del mar está también en los suspiros.

Las alegorías son perfectas como escape de lo real porque a veces se le tiene pavor a la simpleza de la realidad, y son imperfectas porque aluden a todos, y como consecuencia a nadie. Yo soy James, y tú eres Nora; yo soy la Nora que se toma todo con levedad a pesar de lo que parezca, y tú eres el James con el alma hecha trizas; mientras que tu Nora ha vivido más que leído, y mi James mira todo como algo nuevo a pesar de poder pintar el universo entero; ese lado James tan tuyo que me lleva a lo próspero de ser tan grande como el océano que rodea al mundo, y esta Nora mía que se ha perdido tantas veces. Todos somos James y Nora, y Nora del brazo de James, y James cogiendo con Nora, y Nora fornicando con James, y uno mirándose a los ojos con el otro bajo las estrellas. Entonces chisporroteamos, y se funde el mundo mientras el tiempo anda lento, observándonos con detenimiento.

Que Nora y James y James y Nora se encuentren es otra cosa.

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