13.12.13

Dopamine

El vacío me aterra. Demasiadas veces ya he despertado sintiéndome seco por dentro, con dolor en las articulaciones, añorando otra ciudad, andando como zombi hacia el baño y pensando en la otredad mientras orino. El vacío me aterra como nada más, aquí y ahora. Me he movido de casa, de trabajo, de puesto en tal trabajo, he conocido gente y la he mandado al demonio, he cantado y dejado de cantar, he escrito y destruido después cientos de esos textos, he pasado tardes durmiendo y noches en vela, y el asco no desaparece. A veces siento que soy un fantasma que camina y cae y se pone de pie sin sentido alguno. El universo es vasto, me digo, demasiado vasto, sin poder dejar de ser la partícula que todos los días he sido. Hoy me siento en mi terraza con una taza de café en la mano, los auriculares a todo, el Libro de sueños de Borges sobre la mesita de centro, pero no pasa nada. Hay un árbol navideño titilando en la distancia, verde y rojo y amarillo y algo de azul desde un lugar que no sé cuál es, y el viento sopla y hace cantar las hojas como la voz de una persona cualquiera tratando de inducirme al sueño, hay gritos risueños de una chica declarándole amor a alguien más, ladridos desde una ventana, está el vruuum de los autos y el pfiuuuuuuiiiiii de el carrito del camotero, y mi voz necia cubiéndolo todo. Recuerdo cuando me sentaba acá al inicio de esto, cuando comencé a vivir aquí, y sentía que por fin la nubes cruzando los cielos azules extendían los brazos y me decían adiós, adiós hombre de poca paciencia, los días venideros son nada más que tiempo para que tú encuentres la senda en el bosque, para que tus palabras refresquen al hombre sediento, para que tus ojos bañen la tierra y crezcan flores de aquí hasta el horizonte. Sé y sé y nada más, parecían decirme. Así es lo último, pero hoy el tiempo es sólo tiempo, segundos apilándose sobre segundos sin necesariamente darle trascendencia a los minutos o a las horas o los días, los años, los lustros, y los hombres sedientos no aparecen, y yo soy miope y no veo aquellas flores aunque yo sé que están ahí, no las veo. Siento hambre. Es mayor mi sueño. El vacío me aterra. Y a veces sueño con sus bocazas tragándome de sopetón.

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