No sólo te lo he ofrecido, sino te lo he dado ya. En el frío y la desesperanza, en la penumbra y con la cabeza gacha; entre trinos de aves y caminatas al sol; en una noche juntos, y cuando fumo solo al amanecer. Porque los rostros de la gente por la calle cobran sentido cuando ninguno es el tuyo. Porque el aliento es sólo aire cuando no es un ventarrón de deseo viniendo de tus labios. Porque mi cuerpo es simple matemática sino eres tú quien me lleva de la mano.
Celoso fui de querer volverme a enamorar. Qué me parta un rayo si me dejo, si me alcanzan. Lo dijo Whitman, me canto a mí mismo, y lo demás no importa. Soy dueño de mi sexo, de mis miradas, de mis voces, de mis textos. Si a alguien intereso, que me busquen, me seduzcan, me convenzan. Yo soy el que soy, y nada más. Ja, pésimo sentido del humor el mío, porque me doy cuenta de que simplemente esperaba por ti.
Mi corazón es tuyo, así como mis labios marcados con tu nombre y mis ojos nacarados con tus rostro. Cerezo que da sombra, la luna creciente, el primer sorbo de café, seré lo que quieras. Pilar de sal después de pecar juntos, el humo de un cigarro en la madrugada.
No sólo lo he ofrecido, sino lo he entregado ya. Si lo dudas, simplemente cierra los ojos, pon tu mano en tu pecho desnudo, y di mi nombre.